[Ad Donatum], Opúsculo de San Cipriano, obispo de Cartago, martirizado en 258. Compuesto en 246, inmediatamente después de su conversión al cristianismo, es la más antigua obra de este autor. En una profunda crisis de pesimismo y descorazonamiento, Cipriano, impulsado por su necesidad de claridad y por su desagrado del mundo, acude a la nueva fe para obtener un significado y un objeto de la vida. Cipriano narra su conversión a un amigo, Donato, probablemente un retor, que a pesar de ser ya un neófito no ha conseguido todavía desprenderse completamente del mundo, aunque le haya impresionado mucho el cambio radical de Cipriano. Es una confesión sincera, en la cual se traza vigorosamente el cuadro de la vanidad de su vida profana y de su amor hacia el mundo. En los primeros tiempos de su conversión temía no poder cambiar y renovar su alma pagana, pero el don de la gracia ha hecho de él, milagrosamente un hombre nuevo. La gracia divina es infinita y es concedida a todo el que busque sinceramente la verdad (doctrina ésta que seguirá siendo esencial e inmutable en Cipriano); ella procura al hombre la paz y la felicidad, aislándole del mundo lleno de corrupción y delitos; de ese mundo debe desprenderse definitivamente Donato, dedicándose a la oración y a la lectura de los libros sagrados.
A Donato es una obra nueva y singular que tiene el sabor fresco y vivo de la conversión reciente, en la que se muestra un fuerte contraste entre la sinceridad vigorosa y potente y la forma refinada, verbosa, artificiosa; hay en ella demasiadas antítesis y metáforas; demasiadas descripciones vivaces y brillantes del mundo pagano, como la célebre página sobre los gladiadores, o aquella en que se habla de la miseria de los ricos y de los grandes; aquí y allá se ve asomar la influencia de Séneca y de Virgilio muy queridos por el retor Cipriano; además es muy desigual el valor de sus páginas, unas veces de original belleza, otras parecidas a un ejercicio escolar. El relato de la conversión de Cipriano es la primera tímida aparición de un nuevo género literario que alcanzará su más alta expresión en las Confesiones (v.) de San Agustín; la vida profana, dificultad para creer en la nueva vida prometida con el bautismo, la gracia improvisa y el agradecimiento a Dios, son rasgos comunes a los dos escritos. A Donato, interesante desde el punto de vista estilístico, es la única obra de Cipriano de estilo ampuloso y artificioso; más tarde, el autor, que en ella todavía experimenta el influjo de sus modelos acostumbrados, abandonará toda ambición literaria proponiéndose un fin práctico; la edificación de los fieles, y el interés inmediato de la Iglesia; base de su obra serán la Biblia (v.) y Tertuliano el único autor dé quien se aprovecha, aunque jamás lo nombre. A menudo, divulgador de las ideas de Tertuliano por su estilo límpido, claro, fluido, Cipriano domina sin disputa en la literatura latina cristiana hasta que surge San Agustín. Fundamental para la constitución de la disciplina eclesiástica, fue muy leído, en la Edad Media, como lo demuestran numerosos manuscritos. Ejerció también no poca influencia en el mundo oriental.
E. Pasini