[A Satana]. Himno de Giosué Carducci (1835-1907), compuesto «tal como salió del corazón, del corazón mismo», por el poeta, en septiembre ‘de 1863, y reeditado en 1865 y 1867. Pero la actualidad frenéticamente polémica del himno se produjo en 1869, cuando fue reeditado y reproducido por el «Popolo di Bologna» el mismo día en que se abría en el Vaticano el Concilio Ecuménico (8 de diciembre). En la ordenación general de sus poesías, Carducci lo colocó intencionadamente entre las recopilaciones de Levia Gravia (v.) y de los Yambos y épodos (v.), colocación menos rigurosamente cronológica que poético-psicológica, pues el himno A Satanás constituye precisamente la explosión, en un lirismo de intensa y descompuesta pasión metafísica, de los oscuros fermentos que agitaban la crisis poética y espiritual reflejada en los Levia Gravia y el paso a una experiencia de poesía de pasión y lucha. En la intención del poeta el himno quería ser una historia lírica «del naturalismo panteísta, politeísta y artístico, histórico, científico y social» y fue efectivamente el clarinazo orgiástico y triunfal contra la trascendencia y la disciplina ascético-religiosa.
En estrofas arrojadas, vibrantes, radiantes de alegría herética («A ti, del ser / principio inmenso, / materia y espíritu / razón y sentido», [«A te, de l’essere / principio immenso, / materia e spirito / ragione e senso»]), Carducci canta en Satanás la primera y suprema encarnación del espíritu de la rebelión, principio histórico, ético y metafísico evocado en sus diversas y sucesivas manifestaciones históricas; desde Adonis a Venus, a Virgilio y a Horacio, de Huss a Savonarola y a Lutero. Los símbolos históricos no son rigurosamente respetados, puesto que la exactitud histórico-ideal está superada por la urgencia psicológica y polémica y el tránsito violento de los símbolos se adapta solamente al ritmo encaminado hacia la revelación final del verbo: es una metafísica de la historia al compás de la Marsellesa. El himno tiene una fluida acumulación lírica de elementos muy dispares: hay hegelianismo pasado a través de los historiadores franceses con cuya lectura se encendió la fantasía de Carducci (Qui- net, Michelet, etc.) e injertado en la abstracción pasional de la antigua mentalidad revolucionaria; hay un eco victorioso del naturalismo engrandecido por la inquietud revolucionaria, y el iluminismo masónico asociado al creciente iluminismo científico.
La celebración naturalista se insufla en la literaria y racionalista, los númenes de la antigüedad bárbara y orgiástica en los del clásico apolíneo, la palingenesia religiosa en la racionalista, el motivo heroico en el báquico, la interpretación idealista de la Reforma en la conocida hipotiposis frenéticamente satánica de la máquina: «un bello y horrible / monstruo se liberta, / recorre los océanos, / recorre la tierra: / como de torbellino / esparce su aliento; / pasa, ¡oh pueblos!, / Satanás el grande», [«un bello e orribile / mostro si sferra, / corre gli oceani, / corre la térra: / como di turbine / Falito spande; / ei passa, o popoli, / Satana il grande»]. El himno A Satanás fue juzgado menos desde un punto de vista estrictamente artístico que psicológico y en relación a la intención con que lo escribió Carducci: desplegó sobre el gris decenio (1860-1870) un estandarte satánico y revolucionario. Hay que reconocer que triunfó plenamente: fue teatral y terrible, satánico y perverso, entusiasta y sacrílego; el himno está situado entre lo fúnebre y lo heroico, entre el coro pagano y la charanga moderna con una orquestación subterránea de satánicas trompas triunfales. Carducci, aun repudiándolo desde el punto de vista artístico, lo defendió en las Polémicas satánicas [Polemiche sataniche], recopiladas más tarde en las Confesiones y batallas (v.) diciendo: fue una bribonada.
D. Mattalía