Los hombres paradójicos, de CHARLES L. HARNESS

paradojEs uno de los clásicos de segunda línea de las revistas de cf nor­teamericanas. A menudo se la ha comparado con la ficción de A. E. van Vogt, escritor muy popular, aunque carente de rigor, cuyas obras no he podido incluir en esta selección (sus novelas más conocidas son Slan, de 1946, y El mundo de los no–A, de 1948). En mi opinión, el libro de Harness es superior a cualquiera de los de van Vogt. Los hombres paradójicos (The Paradoxe Men) se publicó por pri­mera vez en 1949 en una versión resumida para una revista, con el título de «Flight into Yesterday» [«Vuelo al ayer»]. Tanto uno como otro título dan la pauta del tema principal de la historia: las paradojas del viaje a través del tiempo.

Alar el ladrón, el hombre sin memoria, está enfrentado a Haze–Gaunt, canciller de la América Imperial. A este último le gusta aca­riciar a su tarsier favorito, que mira fijamente desde su hombro con una expresión aterrorizada. Nos hallamos en el siglo XXII. La socie­dad cuenta con una tecnología avanzada y con viajes espaciales, pero ha reinstalado la esclavitud y las luchas a espada son habitua­les. Con esta novela, Harness se adelanta a Duna, de Frank Herbert, pues estos «ladrones» están protegidos por «armaduras» o campos de fuerza, que sólo la espada o el puñal, de movimientos relativa­mente lentos, son capaces de atravesar. La Sociedad de Ladrones está consagrada a la abolición de la esclavitud, y sus miembros lu­chan contra la tiranía de Haze–Gaunt mediante el robo y la es­grima. Sobre este ambiente inverosímil, Harness construye una in­trincada historia.

El héroe, Alar, no recuerda quién era ni qué le sucedió antes de abandonar una nave espacial destruida, cinco años antes. Al pare­cer, la nave, más veloz que la luz, había dado una vuelta completa al universo, viajando hacia el pasado, para llegar a la Tierra cinco años antes de su lanzamiento. El tarsier, ahora mascota de Haze–Gaunt, también proviene de esa nave espacial. Alar tiene extraños pode­res: parece un ser humano altamente «evolucionado», mientras que el tarsier posiblemente sea un ser humano que ha evolucionado. ¿Quién es Alar? Y, además, ¿quién es el tarsier? A medida que la novela avanza hacia su desenlace, el lanzamiento de la nave espa­cial, estas preguntas adquieren cada vez más importancia y el des­tino de la humanidad depende de las respuestas.

Los hombres paradójicos es un libro corto, pero de sorprendente ri­queza. Las imágenes y las ideas son extraordinarias, aunque la prosa no se destaque especialmente. Harness utiliza con buenos re­sultados la física de Einstein y la teoría cíclica de la historia de Ar­nold Toynbee. Uno de los recursos imaginativos del libro es la des­cripción de la visita de Alar al Sol; un decisivo combate de esgrima tiene lugar en un «Solarion» que navega a la deriva –una estación espacial refrigerada que navega por la superficie de una mancha so­lar–. Semejante escenario desafía nuestra credulidad, por lo me­nos, pero el autor lo describe con tanta habilidad que resulta casi convincente. El final de la novela, momento en el cual Alar es trans­formado en una inteligencia divina que declara al universo que «todos los hombres son hermanos», es quizás más inverosímil aún, pero es también conmovedor.

Charles L. Harness (nacido en 1915) nunca fue un escritor prolífico. Sin embargo, no sólo se lo recuerda por Los hombres paradójicos sino por la novela corta «The Rose» (1953), otra compleja y emocio­nante parábola de la trascendencia humana. También vale la pena leer su última novela, The Ring of Ritornel (1968), aunque ya parecía anticuada en el momento de su publicación.

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