Zenón de Citio

Nació en Citio, en la isla de Chipre, hacia el 336 a. C., y murió en Ate­nas en torno al 264. Se cree que pudo haber sido de estirpe semítica (fenicia); así lo indicaría, en parte según las afirmaciones de escritores helénicos posteriores, su em­pleo deficiente de la lengua griega. Toda­vía muy joven ayudaba a su padre en el comercio de la púrpura; sin embargo, sin­tióse pronto atraído por los estudios, y mar­chó a Atenas, donde se estableció definiti­vamente. En él influyeron profundamente los Dichos memorables (v.) de Jenofonte y la enseñanza oral del cínico Cratetes, quien fue su verdadero maestro. Asistió igual­mente a las lecciones de Estilpón de Negara y de los platónicos Xenócrates y Polemón.

Entre los años 310 y 300 fundó en Atenas la nueva escuela filosófica que, por su costumbre de las lecciones públicas bajo el famoso pórtico adornado con pinturas («Stoa poikile»), en el ágora, fue denominada «es­toica». De temperamento severo y expresión mordaz, y escritor de eficacia en la enun­ciación de sus paradojas, predicó su rigu­roso ideal, que considera a la virtud como ejercicio constante y lógico de la raciona­lidad, e inculcó, a través del ejemplo, el ri­gor moral y el principio del dominio de sí mismo. De sus obras sólo poseemos esca­sos Fragmentos (v.). La más célebre de ellas, en parte porque se oponía al texto homónimo de Platón, era la dedicada al Estado, de la cual afirmaban los antiguos que estaba «escrita sobre la cola del perro», lo cual equivalía a decir que era la expre­sión de un estricto ideal cínico, tanto por su cosmopolitismo como por el menosprecio de la autoridad externa y de las convenciones.

Escribió también una Lógica, y varios tra­tados: sobre la Naturaleza humana, las Pa­siones, el Deber, la Educación griega, etc. El sistema filosófico de Zenón une a doctrinas de origen platónico y aristotélico elementos procedentes de Heráclito; se trata de un mo­nismo panteísta, que en la naturaleza y en el hombre distingue el principio activo («logos», razón) y el pasivo (materia), y subor­dina el segundo al primero no solamente por la génesis sino también en cuanto al valor y a la finalidad. Por su materialismo dinámico y su exaltación de la racionali­dad, la filosofía estoica responde en Zenón a todas o, por lo menos, a las principales exigencias del espiritualismo.

Nuestro filó­sofo fue admirado por Antígono Gonatas, quien, llegado a rey de Macedonia, quiso tenerle por maestro de su hijo; Zenón, empero, rechazó la propuesta y envió, en cambio, a la corte a su discípulo Perseo. Según se dice, quitóse voluntariamente la vida; es posible, empero, que ello no sea sino una invención, destinada a poner de relieve la admisión del suicidio por la doctrina es­toica. Los atenienses honráronle en vida y después de muerto.