Nació en Nueva York el 3 de abril de 1783 y murió el 28 de noviembre de 1859 en su villa «Sunyside», situada junto al Hudson, entonces en los alrededores y hoy en el mismo puerto de la gran ciudad. Hijo de un comerciante escocés, fue, en el curso de su vida inquieta, abogado, hombre de negocios, soldado, turista y diletante antes que la publicación en 1809 de la Historia de Nueva York de Knickerbocker (v.) le hiciera famoso como escritor. Con el Libro de los bocetos (v.) obtuvo, diez años más tarde, celebridad universal como primer literato de la nueva república. Nunca el ambiente norteamericano ha sido favorable al florecimiento de genios creadores; sin embargo, adaptábase bastante bien a los artistas de facultades claras y limitadas como las de I., propias de un escritor elegantemente satírico, delicado amante de las antigüedades, turista sentimental, narrador, pintor de escenas y parajes románticos, poeta de cosas embellecidas y suavizadas por el paso del tiempo, y maestro admirable de la prosa inglesa neoclásica.
Con algo de nómada en el temperamento, lleno de nostalgia por un pasado imaginario y tendente a considerarse más bien literato que escritor por vocación íntima, mantuvo a través de su vida y de su época (entre el final de la insurrección y el año 1859, ya inminente la guerra civil) con una gracia decorosa y ligeramente insípida que le impidió obtener de sus temas verdadera poesía. En cuanto al material de sus biografías o de sus cuadros históricos de tendencias románticas — Colón, The Conquest of Granada, Cuentos de la Alhambra (v.) —acudió a los archivos europeos. Precisamente en Europa, de cuyos aspectos «pintorescos» y «folklóricos» se enamoró, vivió los años más importantes de su madurez, como viajero, aficionado a las antigüedades, agregado diplomático y representante de los Estados Unidos en España.
De sus numerosos textos, únicamente la historia de Rip van Winkle (v.) —inspirada en una antigua leyenda europea — despierta aún ecos en nuestra imaginación. No obstante, I. permanece vivo en la literatura norteamericana como el prototipo del literato consciente y cuidadoso que estableció en América, para bien o para mal, el principio según el cual la composición en prosa constituye un arte sutil y difícil. Una escuela de fatuos diletantes por una parte, y, de otro lado, Poe y Hawthorne, acogieron con gratitud la lección de este primer maestro norteamericano.
S. Geist