Nació en Turín el 5 de abril de 1801, de Giuseppe y de Marianna Capra; murió en París en la noche del 25-26 de octubre de 1852. A pesar de las estrecheces económicas que agobiaban a la familia, fue encaminado al estudio. Asistió en primer lugar a la Escuela de los Padres del Oratorio, donde terminó en 1815 el curso de Lógica; convertido en clérigo, se doctoró en Teología el 9 de enero de 1823 en la Universidad de Turín. Dos años después, el 19 de marzo, se ordenó sacerdote y fue agregado al colegio teológico de la Universidad, donde sostuvo la tesis De Deo et naturali reiigione que despertó general admiración. En 1828 viajó por Lombardía e Italia central: conoció a Manzoni en Milán y a Leopardi en Florencia.
Conquistado desde joven por las ideas de la renovación nacional y amigo de los patriotas republicanos, no tardó en entrar Gioberti en abierto conflicto con las autoridades piamontesas. Fue destituido del cargo de capellán de Carlos Alberto y arrestado y encarcelado por sospecha de estar afiliado a la «Giovine Italia». En octubre del mismo año le fue conmutada la cárcel por destierro y marchó a París. A finales de 1834 aceptó un cargo de profesor en un colegio de Bruselas; acogido por otros emigrados italianos, entre los que se encontraban Berchet, Giovita Scalvini, Arrivabene y Chiti, pudo encontrar la calma y el ambiente adecuados a sus trabajos. En 1837 publicó la Teoría de lo sobrenatural (v.), a la que siguieron, en 1840, la Introducción al estudio de la filosofía (v.), De la primacía moral y civil de los italianos (v.).
El éxito de estas obras, en las que el interés especulativo se añadía al político, fue muy grande y al cabo de unos años G. se convirtió en uno de los dirigentes de la opinión pública europea. Especialmente la Primacía, que propugnaba una solución de la cuestión italiana a base de una federación de príncipes bajo la presidencia del Papa y sustituyendo la revolución por las «reformas», hizo muy popular a su autor. La elección de Pío IX y sus primeros actos liberales de gobierno parecieron confirmar las teorías de Gioberti; y cuando en marzo de 1848 se propagó la guerra antiaustríaca, él, que había vuelto a Italia porque había sido elegido diputado por la tercera circunscripción de Turín, alcanzó un triunfo plebiscitario. La Cámara piamontesa lo eligió su presidente; emprendió, en medio de un delirante entusiasmo, un viaje de propaganda por Lombardía, Roma y Toscana, y fue ministro, primero sin cartera, y luego de Instrucción en el gabinete Casati. Después del armisticio de Salasco, Giobertifue encargado de la presidencia del Consejo (1848), que retuvo hasta el 20 de febrero de 1849.
El animoso plan de G., que pretendía restaurar el orden constitucional en Roma y en Florencia, vinculándolos al Papa y al Gran Duque, fue rechazado por Carlos Alberto. El gabinete Gioberti fue derribado: G. pasó a París como plenipotenciario del Piamonte; pero se retiró al cabo de unas semanas. Sus últimos años los dedicó a. la redacción de la Renovación civil de Italia (v.) y a polemizar con los estadistas de Turín. Sus obras filosófico-religiosas provocaron también ardientes polémicas y ejercieron una fuerte influencia en la generación del 48. Citemos todavía los Prolegómenos de la primacía moral y civil de los italianos (v.), El jesuita moderno (v.), Sobre la reforma católica de la Iglesia (v.), Del bien, etc.
L. Giusso