Tokutomi Rokwa

(Vulgarmente, Tokutomi Kenjirō), Nació en Mizumata (en la actual prefectura de Kumamoto) el 8 de diciembre de 1868 y murió en Ikao (prefectura de Gumma) el 8 de septiembre de 1937. Pertenecía a una familia acomodada, y estudió a lo largo de varios períodos en el colegio Dōhisha de Kyoto. A los diecisiete años se convirtió al cristianismo, y dedicóse, aun cuando por bre­ve tiempo, el apostolado. A los veintidós in­gresó en el círculo literario romántico «Minyūsha» («Los amigos del pueblo»), fundado en 1887 por su hermano, el historiador Sohō, y colaboró tanto en su órgano, Kokumin no tomo [Los amigos de la nación], como en el periódico Kokumin sihmbun [La nación].

En este último, y en calidad de redactor de la sección extranjera, tradujo del inglés noticias de carácter diverso, y publicó sus primeros textos traducidos, que dieron a conocer al público su seudónimo literario, Rokwa (flor de espino). Más adelante, y en las mismas columnas, apareció por entregas El cuclillo (1898-99, v. Hototogisu), la no­vela más famosa de nuestro autor, tradu­cida a varios idiomas europeos. Hombre ta­citurno, trabajador infatigable y de carácter independiente, sentíase a disgusto bajo la protección del hermano; y así, alcanzada la notoriedad, en 1902 abandonó «Minyūsha» y publicó por su cuenta la novela La marca negra [Kokuchō]. En 1906 inició una nueva etapa de su existencia.

Mar­chó primeramente a Jerusalén, y después fue a visitar a Tolstoi en Jasnaia Poliana. Vuelto a la patria, escribió Mi peregri­nación [Junrei kiko, 1906]. El año siguiente retiróse a la vida privada en los alre­dedores de Tokio, y se dedicó a la agri­cultura, la lectura y la reflexión, a pesar de lo cual no dejó, empero, la pluma. Cons­tituyó un breve paréntesis el viaje alrededor del mundo, que llevó a cabo en 1919 en compañía de su esposa, Harada Aiko, fiel compañera de su existencia de ardoroso amante de la verdad. Al regreso compuso Del Japón al Japón [Nihon kara Nihon ye, 1921] . La muerte le sorprendió mientras atendía a la composición del tercer tomo de su última novela de confesiones, El monte Fuji [Fuji], completada con un cuarto vo­lumen por su mujer.

Y. Kawamura