(Rufino de Aquilea). Nació en tomo a 345 en Concordia y murió en Mesina en 411. Su nombre se halla vinculado al de San Jerónimo, en una relación que manifiesta cómo la amistad más íntima e intensa puede transformarse, por la divergencia de ideas, en una ardiente y combativa animadversión. Estudió en Roma, donde conoció a Jerónimo e ingresó en el círculo de sus amigos. Vuelto a Aquilea retiróse a un monasterio, en el cual, según las noticias que el mismo Rufino nos da en sus Apologías (v.), recibió el bautismo; luego se dedicó al estudio de la Sagrada Escritura y de los autores cristianos latinos, puesto que, por aquel entonces, apenas conocía el griego. En Aquilea se intensificó su amistad con Jerónimo, en torno al cual se reunía un grupo de jóvenes deseosos de perfeccionarse en la práctica de la pobreza y de la soledad. Hacia 373 Rufino marchó con Melania a Oriente.
Se dirigió primero a Egipto y se detuvo en Alejandría, donde separóse de Melania, que partía hacia Jerusalén para seguir las enseñanzas de Dídimo el Ciego. De esta suerte ardió el entusiasmo por Orígenes en el ánimo de Rufino, quien trabó amistad con Teófilo y Juan, los cuales llegaron a ser, respectivamente, obispos de Alejandría y Jerusalén. En torno a 380 acudió junto a Melania, que se hallaba en Jerusalén; allí fundó un monasterio en el monte de los Olivos y reanudó las relaciones con Jerónimo, quien había llegado en 386 a Belén. La controversia origenista daría lugar a su ruptura. En 393, efectivamente, invitados a pronunciarse contra las teorías de Orígenes, al cual atacaba Epifanio de Salamina, Jerónimo se avino inmediatamente a ello, en tanto Rufino procuró evitar una declaración y se alineó después junto al obispo Juan, el cual, para vengarse de la posición asumida contra él por Jerónimo, prohibió a éste y a los monjes la entrada en la iglesia de la Natividad, en Belén.
Llegada la situación a su punto crítico, intervino en ella Teófilo de Alejandría, quien logró conciliar a los litigantes; y así, en 397 los dos antiguos amigos se estrecharon nuevamente las manos en el templo de la Resurrección. Este mismo año Rufino volvió a Occidente, donde empezó su labor de divulgación de los escritores orientales en general, y singularmente de Orígenes; a ello atendió mediante la traducción de sus obras. En 398 tradujo el texto De los principios, y, al hacerlo, proclamóse continuador de Jerónimo — el primero que, por orden del papa Dámaso, tradujera las obras de Orígenes— y de su método, que consistía en la traducción fiel de los textos, de suerte que nada resultara contrario a la fe. De ello enteróse Jerónimo a través de informes inexactos de sus amigos romanos, en los cuales recae la responsabilidad de la ruptura definitiva de Jerónimo con Rufino, respecto a quien formóse tal ambiente adverso que le obligó a salir de Roma y volver a Aquilea.
En esta ciudad, llegada la polémica a tonos más duros y por la intervención del papa Anastasio, escribió su Apología ad Anastasium, a la que siguió después la Apoogia dirigida a Jerónimo, que intensificó la campaña contra su autor. Las réplicas del santo alcanzaron una violencia y un carácter agresivo indescriptibles. Rufino, por consejo de Cromacio, obispo de Aquilea, no las contestó. Prosiguió su obra de traductor, y realizó la versión de la Historia Eclesiástica (v.) de Eusebio de Cesarea, texto al cual añadió dos libros suyos que historian los acontecimientos del período 314-395. Ante la invasión de Alarico (410) buscó refugio en Sicilia, donde murió, torturado por el destierro y una grave dolencia ocular. De Rufino cabe mencionar, además, Las bendiciones de los patriarcas (v.) y el Comentario sobre él símbolo de los Apóstoles. (v.).
G. Lazzati