Theodor Daubler

Nació en Trieste el 17 de agosto de 1876 y murió en Sankt Blasien (Suiza) el 14 de junio de 1934. Pertenecía a una familia de comerciantes de origen suabo y recibió la instrucción inicial en alemán e italiano.

Su primera pasión fue el Mediterráneo; ya a los quince años se enrola como grumete y vive la aventura de un naufragio en el Adriático. Tras ha­ber cumplido el servicio militar en el ejér­cito austro-húngaro, marcha a Nápoles a estudiar Letras, y luego realiza una serie de viajes de estudio a través de Italia, país que recorrió en gran parte a pie para ad­mirar sus obras de arte. Su primer texto importante, La aurora boreal (1910, v.), que fue también el principal, había sido empe­zado en italiano, pero finalmente quedó re­dactado en alemán.

Daubler se dedicó sobre todo a la poesía lírica, publicando en 1913 Odas y cantos [Oden und Gesänge], y en 1915 el bellísimo Himno a Italia (v.). Los años de vida bohemia en Florencia y París le habían acercado a los grupos de vanguar­dia, y durante la primera Guerra Mundial fue crítico artístico de ion importante pe­riódico berlinés. Su volumen de escritos de arte El nuevo punto de vista [Der neue Standpunkt, 1915] provocó gran revuelo y el autor fue considerado uno de los padres del expresionismo.

En 1922 embarca en Trieste con dirección a Grecia. Desde hacía algún tiempo tenía en proyecto una am­plia obra acerca de la Hélade, que no llegó a completar; pueden considerarse fragmen­tos del ambicioso plan el libro Esparta (1923), la sinfonía en prosa El sacro mon­te Athos [Der heilige Berg Athos, 1923] y los repertorios de poesías Sonetos áticos [Attische Sonette, 1924] y Pean y ditiram­bo [Päan und Dithyrambus, 1924].

El afán de encontrar un vínculo entre el espíritu pagano y el cristiano le llevó a Oriente, Egipto, Palestina y Siria. En 1926 se esta­blece definitivamente en Berlín; sin em­bargo, realiza todavía frecuentes viajes por Europa relacionados con misiones cultura­les y conferencias. Inició tardíamente su actividad en el arte narrativo, pero manifes­tó en ciertos relatos una gracia insospecha­da. Por encima de todo, no obstante, siguió desarrollando sus concepciones místicas y reunió en torno a sí un pequeño círculo de adeptos.

Creyó haber logrado establecer la conciliación entre el mito y la filosofía griega por una parte, y el cristianismo por la otra (Der Fischzug, 1923). Por tanto, el nuevo clasicismo en pos del cual anduvo siempre, viose influido por la Biblia, Ho­mero, los Padres de la Iglesia y los gnós­ticos heterodoxos.

V. M. Villa