Nació en Saint-Denis (o en Argenteuil, o quizás en Saint- Omer) hacia 1081, y murió en la primera de estas localidades el 12 de enero de 1151. Ingresó todavía muy joven en la famosa abadía de la cual tomó el nombre, y llegó en 1122 a abad de la misma. Gracias a una enérgica administración logró cuadruplicar los ingresos del cenobio; en el tratado De rebus in sua administratione gestis habló de los métodos empleados para la consecución de tal fin. Amigo íntimo de Luis VI el Gordo, de quien había sido condiscípulo, asistióle con sus consejos en las campañas militares y en el gobierno del país, como lo atestigua un documento en el cual el rey le denomina «amigo y fiel consejero suyo». Se le confiaron varias misiones, pero la carencia de fechas en las obras de Suger hace difícil la identificación de las acciones políticas en las que el abad ejerció su influencia.
Sabemos, empero, que intervino en la reconciliación del soberano con el conde Thibaut de Champagne, acontecimiento que puede ser situado en el período 1130-1137, durante el cual Suger participó activamente en los asuntos del Estado. Tras esta última fecha, fallecido Luis VI el Gordo y llegado al trono su hijo Luis VII el Joven, el abad siguió desempeñando junto a éste su papel de consejero. Convertido en uno de los hombres más célebres y poderosos de la época, vinculó su nombre a la construcción de una gran iglesia en Saint- Denis y a la fundación de nuevas ciudades, como la de Vaucresson (1146). Este mismo año Luis VII, al partir hacia la segunda cruzada, le nombró regente.
Suger desempeñó eficazmente el alto cargo; logró apaciguar las graves enemistades entre los nobles y la corona y aquietar las ambiciones del clero. Y así, en 1149, vuelto el monarca de Tierra Santa, concedióle el título de «padre de la patria». Durante el reinado de Luis el Joven escribió una Vida de Luis VI (v.). Su muerte interrumpió la composición de una Vita Ludovici VII. Suger dejó también una serie de cartas políticas.
C. Falconi