Hebreo de Jerusalén, llamado Juan o bien con el sobrenombre romano de Marcos. Era hijo de una cristiana rica de esta ciudad llamada María, en torno a la cual se reunían los fieles durante la persecución de Herodes Agripa (44 d. de C.). Probablemente conoció a Jesús cuando niño; así resultaría de ser exactas la interpretación que sitúa el aposento de la Santa Cena en la casa de Marcos y la identificación de éste con el muchacho curioso que, apresado por los soldados en Getsemaní, huyó desnudo, detalle únicamente referido por el evangelista en cuestión.
Primo de Bernabé, siguió al apóstol en su primer viaje misionero; luego, empero, y a causa de motivos no precisados, alejóse de él y volvió a Jerusalén, por lo cual Pablo no le quiso junto a sí en el segundo viaje y prefirió incluso que le abandonara Bernabé, quien hasta entonces le había sido fiel y útil colaborador. Marcos fue uno de los tres hebreos que durante el cautiverio guardaron fidelidad al Apóstol, con el cual habíase ya reconciliado. El mismo Pablo invitóle entonces a reunirse con él en Roma, donde parece haberle sido un «precioso» auxiliar. Vuelve a encontrársele con Pedro en «Babilonia». De corresponder este nombre a la localidad egipcia así llamada, el detalle en cuestión armonizaría con la tradicional elevación de Marcos a la sede episcopal de Alejandría, donde murió; si, por el contrario, «Babilonia» se estima sobrenombre peyorativo de Roma, esta circunstancia confirmaría las informaciones patrísticas según las cuales el autor que nos ocupa habría colaborado con San Pedro y redactado el Evangelio (v.) precisamente en la capital del Imperio.