Quinto Ennio

Nació en Rudiae (en la anti­gua Calabria, entre Brindisi y Bari) hacia la segunda mitad del siglo III a. de C. y murió en Roma en 169.

Era «medio griego» y no se sabe exactamente si en la segunda gue­rra púnica luchó junto a los romanos. En 204 se hallaba en Cerdeña y allí fue des­cubierto por Catón, quien volvía de Sicilia, donde había sido cuestor, y que le llevó consigo a Roma. En esta ciudad empezó a ganarse el sustento mediante la enseñanza del griego, y aun cuando contara con pode­rosos amigos, entre ellos Escipión el Afri­cano, Marco Fulvio Nobilior, su hijo Quinto Fulvio y otros nobles ilustres y amantes de la cultura helénica, vivió siempre mo­destamente en el Aventino.

En 189, el cón­sul Marco Fulvio, que marchó a ocupar Ambracia y a someter Etolia, la cual había inducido a Antíoco III de Siria a desem­barcar en Grecia, llevó en su séquito (de acuerdo con una costumbre helenística en­tonces introducida en Roma) a un poeta: Ennio, quien, gracias a Quinto Fulvio, obtuvo en 184 la ciudadanía romana.

Nuestro autor asistió a los episodios de la guerra contra Aníbal y vio caer en poder de Roma el Mediterráneo occidental y gran parte del oriental. En el período en que la aristo­cracia romana acogía y asimilaba la cul­tura helenística, Ennio interpretó de acuerdo con el gusto latino las formas de la lite­ratura griega y tradujo, adaptó o refundió obras de poetas helénicos, desde Homero hasta los coetáneos.

La amplitud y el carác­ter de su producción indican la variedad de sus intereses, la extensión de sus estudios y la importancia de su labor en la historia de la cultura romana: además de los dieci­ocho libros de los Anales (v.), inmensa obra que comprendía todo el desarrollo histórico de Roma, y de las Sátiras (v.), inicio de un género desconocido para los griegos y nuevo respecto de los romanos, compuso por lo menos unas veinte tragedias sobre temas procedentes de la mitología helénica e inspirados frecuentemente en textos de Eurípides, las dos «fabulae praetextae» (dra­mas de argumento nacional), Ambracia y Las sabinas, comedias, los primeros epi­gramas escritos en latín, una colección titu­lada Sotas, en la que imitaba o traducía al poeta griego Sotades (autor de versos licen­ciosos), otra en la que enunciaba preceptos morales, la evocación de la victoria del Africano sobre Aníbal titulada Escipión, la composición acerca de temas gastronómicos Hedyphagetica, el poema didáctico sobre la naturaleza y los cuatro elementos Epicharmus, y el texto Euhemerus o Sacra historia, que, inspirado en el modelo del griego Evemero (siglo III a. de C.), explicaba de tina manera racionalista y atea el origen de la mitología helénica.

De todas estas obras, sólo han llegado hasta nosotros algunos fragmentos. No sin razón, Ennio fue conside­rado el fundador de la gran poesía nacio­nal romana. En realidad, hasta los tiempos de Augusto los poetas épicos siguieron el modelo de los Anales, historia de Roma ex­puesta en hexámetros y de acuerdo con una sucesión cronológica. Ennio ejerció una consi­derable influencia en Lucrecio y Virgilio. Su producción trágica fue tan apreciada en el siglo siguiente como la de Pacuvio y Accio.

F. Codino