Nació el 4 de febrero de 1831 en el pueblo de Gorochovo (gobierno de Orel) y murió en San Petersburgo el 21 del mismo mes de 1895. Hijo de un pope y una dama noble, el futuro escritor formóse en el hogar de unos tíos maternos; pero, destruida por devastadores incendios la propiedad de los parientes, no pudo terminar los estudios iniciados en el instituto de Orel, y, a los diecisiete años, hubo de emplearse en la cancillería del tribunal. Pasó luego a Kiev, donde enriqueció su cultura con muchas lecturas, y el conocimiento de los hombres mediante frecuentes viajes oficiales por la provincia. Dejó el empleo para colocarse en el negocio de unos parientes, y tuvo nuevas ocasiones de viajar y de interesarse por el mundo que le rodeaba. Nacieron así sus primeros textos, artículos de carácter etnográfico publicados en varias revistas a partir de 1860. El éxito de estos ensayos iniciales indújole a dedicarse por completo a la literatura. Su tendencia natural a considerar los hechos desde un aspecto polémico le dio, empero, mala fama en el mundo liberal, a causa de un artículo suyo aparecido en 1862 y referente a los incendios ocurridos en San Petersburgo, en el cual se quiso ver, debido a ciertas expresiones no del todo claras, una acusación contra los estudiantes de tendencia revolucionaria.
Vanas resultaron sus justificaciones y explicaciones; y así, aun cuando no poseyera un temperamento reaccionario, la injusticia de tal actitud le impulsó hacia los medios conservadores. Durante un viaje al extranjero concibió, indignado aún por lo acontecido, el argumento de su primera novela, Sin salida [Nekuda], acogida con ataques más duros que lo justo, por cuanto se trataba de una obra mucho menos «retrógrada», término empleado por la crítica liberal y radical, que lo que se le reprochaba. La posición anti-nihilista del escritor persistió, empero, en novelas sucesivas, publicadas bajo su verdadero nombre y no con el seudónimo de M. Stebnickij antes empleado. Sin embargo, en toda esta actividad de novelista político nuestro autor se hallaba, indudablemente, sobre un camino ajeno. Y así, alcanzado el punto culminante de tal tendencia con la novela En los ce-pos, de 1870-71, abandonóla casi por completo y pasó a describir un mundo para él bien conocido y nunca hasta entonces tan perfectamente descrito con la novela El clero de la catedral, que tiene asimismo los títulos Gente de iglesia o Eclesiásticos (1872, v.); en El ángel sellado (1874, v.) representó luego el ambiente de los «viejos creyentes».
El mundo religioso, en la acepción más amplia de la expresión, llegó a ser su tema literario más logrado, tanto cuando trataba sus aspectos humanos —Pequeñeces de la vida episcopal — como en las ocasiones en que ponía de relieve sus momentos legendarios — La montaña y El bandolero de Askalon —, y, asimismo, al fundir estos dos extremos en historias de una patética poesía — En el límite del mundo —. En torno a este núcleo central de intereses muévese, no obstante, en las novelas y narraciones de Leskov toda la vida social rusa; citemos aquí La familia decaída (1867, v.), Pavlin (1868, v.) y El viajero encantado (1873, v.). Completamente aparte queda el relato de 1866 Una Lady Macbeth de Mcensk (v.), que hiciera prever en el literato un pintor realista del amor, como apareció todavía una vez en La mujer belicosa (1868, v.). Nuestro autor resultó, en los últimos años de su vida, un seguidor del tolstoísmo, cuando las polémicas acerca de su personalidad se habían calmado y el favor de la corte le permitió lograr una situación tranquila, como miembro, primeramente, de la comisión cultural del Ministerio de Instrucción Pública, y luego de la sección pedagógica del mismo. Retiracomisión83, pudo entregarse por completo a la literatura; paralelamente, iniciábase ya un primer reconocimiento de sus grandes cualidades artísticas, no desarrollado, empero, hasta más tarde, con la formación de una escuela leskoviana original, entre cuyos adeptos figuró Remizov.
E. Lo Gatto