Nepote Cornelio

Nació entre los años 106 y 99 a. de C. en una localidad situada al norte del Po (quizá Ticinum, Pavía, o tal vez Ostiglia) y murió en Roma después del 27.

Llegado muy joven a esta última ciudad, centro de estudios, dedicóse allí por com­pleto a sus investigaciones histórico-eru­ditas. Su alejamiento de la vida pública nos impide un claro conocimiento de los rasgos biográficos de este autor, del que hasta el mismo apellido nos resulta ignorado, aunque su figura ha conservado su fama a través de los siglos por la probidad y rectitud que le atribuye la tradición.

Contó entre sus amigos, además del coterráneo Catulo — quien le dedicó el libro de las «nugae» (v. Poesías de Catulo) y le tributó alaban­zas por su Crónica (v.) —y de T. Pomponio Ático, cuya Vida es una de las mejores de la producción comeliana, a Cicerón, de quien escribió en 43 a. de C. una extensa biografía, que se ha perdido.

Parece que, según solían hacer muchos de sus contem­poráneos, realizó sus primeros ensayos lite­rarios como escritor de versos amorosos. No obstante, destacó en particular cual com­pilador de textos históricos, donde, como es natural, infundía el espíritu moralizador que se considera elemento dominante de su personalidad.

Su obra más conocida está integrada por Las vidas de los excelentes Capitanes (v.), que forman parte de una gran producción de biografías gemelas en las que hubo de inspirarse Plutarco en sus Vidas paralelas (v.). Parecido tono de ejemplaridad se daba asimismo en los Exemplorum libri (cinco por lo menos), conjunto de episodios característicos de hombres fa­mosos.

Menor importancia tiene un texto geográfico referente a todo el mundo en­tonces conocido y lleno de noticias exage­radas o incluso fantásticas. A nuestro autor no lo mueve el interés propio de un histo­riador.

Y así, sus valores historiográficos son la dignidad del estilo y la belleza ora­toria, al propio tiempo que la afición a la anécdota y al episodio edificante o sólo curioso, que sustituye a la investigación de las causas y sus relaciones; la preocupación retórica se advierte singularmente en los esfuerzos del escritor para robustecer su débil y descolorido estilo, tomando los mo­delos de Cicerón y Salustia. Cuando busca la simplicidad, logra además una elegante pre­cisión.

M. Manfredi