Con este sobrenombre («el Maestro Mo»), pronunciado también Mi Tzû, Mu Tzû, Mei Ti, y latinizado en Micius, es conocido el filósofo chino Mo Ti, que nació y murió no se sabe exactamente dónde (¿Honan? ¿Shantung?) ni en qué fechas exactas y que floreció probablemente entre 450 y 400 a. C. Es quizá la figura más noble de todos los pensadores chinos, apóstol, de la caridad, caballero del Derecho (Wieger), olvidado por muchas generaciones dominadas casi siempre por el confucianismo. Redescubierto en estos últimos tiempos, se nos aparece, en cambio, como un genio, si no superior a Confucio, no inferior a él, y sobresaliente por su originalidad y su fuerza dialéctica. También es el pensador que, tanto por su doctrina como por su vida práctica, se acerca más a Cristo (creencia en un Dios personal y doctrina del amor universal). Sobresale asimismo por sus teorías sobre la lógica, ya que enseña a razonar sobre las cosas desde un punto de vista sistemático (v. Mo Ching).
Vivió en el período que va desde la muerte de Confucio hasta la aparición de Mencio, período saturado de corrupción, de egoísmos, de guerras y de miseria. Su nombre, Mo Ti o Mei Ti, según estudios recentísimos (cfr. Yang Tateou, Mei Ti, Champion de l’Amour Universel, en China Missionary Bulletin, Hong- Kong C, T. S., 1952), no es, al parecer, el nombre del clan (Mei) y el nombre personal (Ti), sino el seudónimo de un jefe de escuela cuyos adeptos vivían en comunidad organizada y practicaban la obediencia monástica y la abnegación. Esta conclusión se deduce del hecho de que en la antigua China «wei» («tinta negra») indicaba, bien el castigo de tatuaje infligido a ciertos malhechores, bien a los mismos malhechores castigados. Los «wei» o «tatuados», reducidos a la esclavitud, se convertían en la hez de la humanidad. Ahora bien, para protestar contra la vida suntuosa de los literatos confucianistas, el filósofo invitaba a la gente a la sencillez de la vida del pueblo y se complacía en vivir como los «tatuados»; de donde el nombre de «Mei Tzû» o «Maestro de los Tatuados», o más simplemente el «Maestro Tatuado» que le daban sus enemigos por irrisión.
Si esta conclusión es exacta, el apodo, lejos de ofenderle, debía más bien complacer al filósofo y darle ánimos; en efecto, lo adoptó por suyo y lo dio también a la colección de sus obras. Si se consiguiera confirmar la hipótesis mediante otras fuentes, se daría nueva luz a la figura de este hombre piadoso y genial. Es cierto que fue combatido por Mencio (v.) y por Hsün Tzû, quizá precisamente porque se mostraba contrario a los enormes gastos funerarios, al aparato exterior de los ritos y de las ceremonias, a la música (prácticamente inútil), al fatalismo ciego que excluía una Providencia, etc. Fue también un hábil ingeniero versado especialmente en el arte defensivo y de las fortificaciones y poseía asimismo notable capacidad en el campo de la economía pública y privada. Especialmente sensible a los problemas de la indigencia, fundó una especie de Orden formada por 180 caballeros íntegros y osados, siempre dispuestos a acudir a donde urgiera la necesidad. Después de su muerte, sin embargo, esta Orden se transformó en una banda mercenaria primero y de bandidos más tarde.
Mo Tzû no escribió, pero enseñó con la palabra y con el ejemplo. Su escuela, formada por sofistas, continuó hasta la dinastía Han, desapareciendo después al triunfar el confucianismo; los mejores representantes de ella fueron Hui Shih y Kung Sunlung. Las ideas del maestro fueron recogidas por sus discípulos en un libro que lleva su nombre: precisamente Mo Tzû (v.). El texto del libro, tras casi dos mil años de olvido, fue puesto de nuevo en circulación por el erudito Pi Yuan (1730-1797), un gobernador de provincia. Un siglo más tarde, el gran erudito Sun I-jang (1848-1908) lo estudió en Explicaciones de los pasajes de Mo Tzû [Mo Tzû Hsien Hua], el más importante comentario de la obra de M. que poseemos hoy (1893). El texto de M. ha sido traducido al alemán por Forke y al inglés por Yi Pao-Mei.
B. Fedele