Max Dauthendey

Nació en Wurzburgo el 25 de julio de 1867 y murió en Malang (isla de Java) el 29 de agosto de 1918. Hijo de un fotógrafo, se dedicó ya desde joven a la pin­tura y empezó muy pronto a componer ver­sos.

De espíritu inquieto a pesar de un carácter soñador y sosegado, vagó por Euro­pa, recorrió Escandinavia y permaneció du­rante muchos meses en un pueblo de Suecia, donde, por su desconocimiento del lenguaje, vivió solitario, entregado a la redacción de su primer libro de poesías, Ultra-Violett (v. Poesías), con el cual habría de alcanzar la fama.

Su impresionismo poético, no libre de cierta inclinación al símbolo, intentó reaccionar contra la poética del naturalismo, que, con sus problemas sociales, predomi­naba por aquel entonces en alemania; la novedad de Dauthendey consistía en una singular visión colorista del paisaje, la variedad de las sensaciones y el dominio de los sentidos.

A partir de 1898 se dedicó exclusivamente a la literatura; aparecieron así una novela, cuatro dramas y algunos pequeños poemas, todos ellos obras de exaltación sensitiva o expresión de un criterio estático de la vida. El exotismo había de constituir la solución natural de sus gustos artísticos y el desahogo práctico de su afán de viajar.

En 1906 dio la vuelta al mundo y se detuvo particular­mente en América y el Japón. Entre 1907 y 1911 escribió mucho, y compuso cuatro colecciones de poesías, un drama sobre Ca­talina II, Juegos de una emperatriz (v.), dos colecciones de cuentos de ambiente asiático (v. Novelas cortas) y una novela de argu­mento mexicano.

Mientras tanto había con­traído un feliz matrimonio. Sin embargo, su pasión por los viajes le lleva, poco antes de la primera Guerra Mundial, a Nueva Gui­nea; desde allí, y para no caer prisionero de los ingleses, marcha a las Indias Holan­desas, primeramente a Sumatra y luego a Java, entre inútiles intentos de ser repatria­do a través de América. Y así empezó a es­cribir cartas, narraciones y páginas de dia­rio (con acuarelas) llenas de nostalgia por su país y su esposa, a la que guardó una casta fidelidad.

Fatigado y consumido por la violencia de sus sentimientos, murió en tierra extraña, víctima de la extrema sen­sibilidad que constituía el motivo más típico de su obra lírica. La influencia que ejerció sobre la generación siguiente por la nove­dad de su lenguaje poético y la fascinación del mundo exótico fue acaso superior al mérito artístico efectivo de sus textos, exce­sivamente desiguales a pesar de ciertos ma­tices melódicos de estilo y de su instinto innato de poeta genuino.

V. M. Villa