Nació en Tét (prov. de Gyor) el 5 de febrero de 1788 y murió tuberculoso en Pest el 21 de noviembre de 1830. A los dieciséis años, y por voluntad de su padre, noble propietario que no le amaba por cuanto su nacimiento había costado la vida de la madre, alistóse en un regimiento de infantería; luego de un quinquenio pasado en Italia, Croacia y Baviera, en 1809 fue ascendido a teniente. En 1811 sus aspiraciones artísticas y literarias, la mal soportada disciplina militar, el amor a una muchacha de origen burgués y sus crecientes deudas le indujeron al abandono de la carrera de oficial. Marchó a Viena para dedicarse a la pintura, y vivió largo tiempo en Austria e Italia como retratista ambulante.
Vuelto en 1817 a Pest, y aun cuando siguiera pintando, empezó a ensayarse en la literatura, en la que pronto se puso de manifiesto su verdadero ingenio. La primera obra de Kisfaludy fue un drama histórico que, representado el 3 de mayo de 1819, mereció calurosas aprobaciones. Poco después llegó a ser el autor más fecundo del joven teatro húngaro, y entusiasmó al público ya con dramas patrióticos o bien, otras veces, con sabrosas comedias (v. Los pretendientes, Los sediciosos, Desilusiones); en éstas sabía crear no solamente situaciones y conflictos de animada comicidad, sino también tipos humorísticos sacados de la vida provinciana húngara. Como lírico viose muy influido en las ideas y el estilo por la poesía de su hermano Alejandro, que había alcanzado una gran popularidad a fines del siglo XVIII, y singularmente por el romanticismo alemán, bajo cuyo influjo compuso también las baladas, que nadie como él había tratado en húngaro con mayor éxito.
Verdadero romántico, reivindicó la canción popular como fuente de inspiración literaria y él mismo utilizó a menudo con buena fortuna el lenguaje y las formas poéticas del pueblo. A partir de 1822 dirigió el almanaque de literatura Aurora, y, al frente de los escritores de vanguardia agrupados en torno a este periódico, asumió también la dirección de la vida literaria. Precisamente por su actuación Pest convirtióse en el centro cultural del país, y Ferenc Kazinczy (v.) y su escuela neoclásica perdieron rápidamente su prestigio.
E. Varady