Vivió en el siglo XI y fue metropolitano de los eucaítas (en el Asia Menor), de donde también viene el sobrenombre del Eucaíta que se le da. Es considerado como uno de los máximos exponentes del segundo renacimiento bizantino, y característica suya es la vasta curiosidad y amplitud de mente que le hace unir en un mismo amor las letras sagradas y las profanas. Un epigrama que dedicó a Platón y a Plutarco atestigua su tolerancia y su simpatía hacia los escritores de la Antigüedad griega (v. Epigramas). Vuelto a Constantinopla en los últimos años, se retiró al monasterio de San Juan Prodromo. Antes de 1047 fue también profesor de Filosofía en la Universidad de la capital. Además de varios escritos eclesiásticos, homilías y vidas de santos, se recuerdan de él Discursos (v.), Epístolas (v.) y un Léxico etimológico (v.).
B. Lavagnini