Poeta cubano nació en Bayamo el 18 de marzo de 1827 y murió en La Habana el 19 de septiembre de 1890. Cursó Leyes en la Universidad habanera y terminados sus estudios regresó a su ciudad natal, donde ejerció de abogado y fue regidor del Ayuntamiento, cargo éste heredado de su padre.
Atraído por las Letras, volvió pronto a La Habana y comenzó a cultivar la poesía, al tiempo que se dedicaba a la enseñanza. Sus primeros ensayos literarios aparecieron en La Prensa, y su primera colección poética, prologada por el doctor Lebredo, en 1851. Pero ya en sus años mozos su adhesión a la causa emancipadora le trajo los primeros desasosiegos.
En 1852 fue confinado por las autoridades españolas en Palma Soriano, en unión de Carlos Manuel de Céspedes y Lucas Castillo Moreno. Cinco meses duró el castigo, y en 1853, de nuevo Fornaris se instalaba en La Habana. Es la época en que funda El Colibrí y La Piragua, y cuando da a luz la antología Cuba poética, en colaboración con Luaces.
Una célebre oda, que dirige al capitán general de la isla, el general Serrano, da lugar por entonces a diversos incidentes políticos. Y hasta 1870, año en que había de emprender el éxodo a Europa, cimenta Fornaris con solidez su prestigio poético. Libros suyos son,: El arpa del hogar, El libro de los amores, Flores y lágrimas, Cantos tropicales y, sobre todo los Cantos del Siboney (1855), colección de leyendas, unas tradicionales, otras imaginadas, en las que lleva al lenguaje poético los sentimientos y costumbres de la población indígena de la isla.
Estos Cantos son los que han hecho de Fornaris el exponente más valioso del «siboneyismo», corriente literaria no exenta de interés. La influencia del poeta de Bayamo fue grande en su época, y aun cuando entre sus seguidores abundaron poetas de escasos merecimientos, hubo alguno, como Nápoles Fajardo, «el Cucalambé», de valía evidente.
Fornaris, poeta fecundo y fácil, incorrecto a veces, escribió también algunas obras didácticas, como Elementos de Retórica y Poética, Compendio de Historia Universal y Figuras retóricas. Como ya hemos apuntado, hubo de abandonar su patria en 1870. Largos años vivió en París, dedicado a la enseñanza, y en las postrimerías de 1881 regresó a La Habana, donde había de morir.
A. Ramos