Nació en Rammenau (Sajonia) el 19 de mayo de 1762 y murió en Berlín el 27 de enero de 1814. Pertenecía a una modesta familia de campesinos sajones y durante los primeros años de su vida estuvo ocupado en humildes trabajos, como los de guardián de ocas y tejedor.
Posiblemente estos oscuros orígenes rurales contribuyeron a formar en él las posteriores zonas de luz y sombra de su carácter: una tenacidad extrema, una firme voluntad y una excepcional capacidad de resistencia ante cualquier condición adversa, pero también, al mismo tiempo y en indisoluble asociación, un temperamento rudo e imperioso, incapaz (como observaría Goethe, quien sintió por él una gran estimación e, igualmente, un desprecio considerable) de la convivencia con los demás hombres y de la actuación, bajo formas sociales, dentro de la colectividad.
Ya en la niñez pudo intuirse claramente en Fichte el carácter que habría de convertirle en un gran filósofo idealista: el profundo sentimiento religioso unido a una intensa tendencia especulativa. El único alimento de su acusada introversión era el sermón dominical del pastor luterano local, que Fichte escuchaba atentamente y luego repetía en su interior hasta fijarlo en su memoria.
Ello provocó el interés de un acaudalado propietario de Rammenau, quien tomó bajo su protección al pequeño Johann y resolvió hacerle estudiar, primero de manera privada y luego (a partir de 1774) en el famoso colegio sajón de Pforta, donde Fichte hubo de sufrir de sus ricos y rudos compañeros toda suerte de vejaciones. Mientras tanto, falleció su bienhechor; por ello, en 1780 viose obligado a abandonar el colegio y a afrontar los estudios universitarios en condiciones de extrema pobreza, que le llevaron a trabajar, para costearse la carrera, como preceptor de familias acomodadas, ocupación prácticamente incompatible con el temperamento y las maneras de Fichte. Por tal razón, a partir de 1780 empezó a vagar por Europa.
Al principio se matriculó en las Facultades de Teología de Jena y Leipzig, a lo cual le indujo más bien el respeto a la memoria de su bienhechor y a la voluntad de su madre, quienes le hubiesen querido sacerdote, que a una verdadera vocación, de la cual se había alejado en parte bajo la influencia de la crítica racionalista contra la Teología, sobre todo la de Lessing.
Abandonados los estudios universitarios tanto por dificultades económicas como a causa de este litigio interno, hallábase en 1788 en Zürich, donde conoció y amó a Juana Rahn (sobrina de Klopstock) con la que casó en 1793, luego de un prolongado noviazgo. Debido a las ásperas relaciones del joven profesor con las familias de sus alumnos, los cargos de preceptor le duraban poco; así, en 1790 estuvo en Leipzig y en 1791 en Varsovia, Königsberg y Danzig.
Por aquel entonces, leídas las obras de Kant, sintióse entusiasmado por ellas y marchó a Königsberg para conocer personalmente al filósofo, quien al principio le acogió con frialdad, pero luego sintióse atraído definitivamente por Fichte cuando éste le presentó su Ensayo de una crítica de toda revelación [Versuch einer Kritik aller Offenbarung], aplicación de las ideas kantianas a la filosofía de la religión que, publicada más tarde anónima en 1792, sería considerada por todos obra del mismo Kant.
Esto fue un verdadero éxito para Fichte, que a causa de ello decidió finalmente contraer matrimonio con su prometida y establecerse, con los medios de ésta, en una casa propia. El filósofo era entonces jacobino y, en textos inflamados, defendió la libertad de pensamiento y de prensa, así como la Revolución Francesa.
No obstante, gracias al apoyo de Goethe (quien posteriormente se arrepentiría de ello como de un error), obtuvo del cauteloso gobierno de Weimar la cátedra de Filosofía de la Universidad de Jena, que hallábase vacante por el retiro de Reinhold (1794). Allí Fichte trabajó firmemente en la preparación de sus lecciones y la exposición de su pensamiento; al mismo año pertenecen los textos Ueber den Begriff der Wissenschaftslehre y Grundlage der gesamten Wissenschaftslehre (v. Principios fundamentales de la doctrina de la ciencia), y también El destino del sabio (v.), y a 1796, Fundamentos del derecho natural (v.).
En 1797, el autor trató de nuevo el concepto de la «doctrina de la ciencia» en las dos introducciones Erste Einleitung in die Wissenschaftslehre y Zweite Einleitung in die W’s.l., y en 1798 desarrolló sus consecuencias prácticas en Sistema de la moral (v.). Su palabra inspirada, la audacia de sus conceptos y el celo de su enseñanza le procuraron fama y ascendiente considerables, pero también grandes e implacables enemistades: los teólogos, singularmente, no le perdonaban las lecciones en domingo ni las concepciones «racionalistas» en materia religiosa; el gobierno, por su parte, no veía bien su filo jacobinismo, y los estudiantes sintiéronse contrariados por la encarnizada lucha que entabló para la disolución de las asociaciones goliardescas y por su oposición a las bárbaras costumbres de la masa estudiantil.
En 1795, graves incidentes le obligaron a abandonar temporalmente Jena. Sin embargo, la tormenta mayor estalló en 1799, año en el cual viose explícitamente acusado de ateísmo. Se defendió con energía (v. Defensa contra la acusación de ateísmo); pero, no apoyado por los colegas ni los estudiantes, fue despedido en 1799. Agravó el desaire la concesión de la cátedra vacante a su ex discípulo Schelling, a quien Fichte resueltamente desautorizara. También Kant abandonóle en aquellos momentos.
Solo, triste y amargado, retiróse a Berlín (1800); allí polemizó con sus adversarios, reconstituyó la Doctrina de la ciencia y dio cursos privados, entre cuyos frutos figura Destino del hombre (v.). No obstante, en el curso de estos años tuvo lugar un profundo cambio en el pensamiento de Fichte, que de un franco racionalismo inmanentista y de un jacobinismo político tendió hacia un espiritualismo trascendente teísta, en tanto que en política uníase a la reacción antifrancesa y antijacobina y establecía, de tal suerte, las bases del nacionalismo alemán.
Esta evolución se nota ya en Destino del hombre; pero, sobre todo, aparece evidente en Caracteres fundamentales del tiempo presente (v.) y en Determinación de la vida beata (v.), obras compuestas en tomo a 1806. Por aquel entonces, alemania, y con ella también Fichte, vivían horas dramáticas. El 27 de octubre de 1806, poco después de la batalla de Jena, Berlín era ocupada por los franceses, y el filósofo, para evitar el homenaje a los invasores, se dirigió a Königsberg, donde enseñó por espacio de un semestre.
No obstante, en 1807 cayó también esta ciudad, y Fichte, junto con otros patriotas alemanes, refugióse en Dinamarca. Tras la paz de agosto de 1807 volvió a Berlín; allí ingresó en una liga nacionalista denominada «Tugendbund» y llevó a cabo una activa propaganda antifrancesa y nacionalista. A 1807-08 pertenecen precisamente los Discursos a la nación alemana (v.), «clásico» del nacionalismo alemán, nacido mientras en las calles berlinesas resonaban los pasos de los piquetes franceses.
En 1810 era organizada e inaugurada la Universidad de Berlín, de la cual fue Fichte el primer profesor de Filosofía y también, por algún tiempo (1811), rector; a pesar de ello, en tal institución discutió, asimismo, con el Gobierno y los colegas, y enfrentóse a las leyes estudiantiles. En el curso de estos años la actividad del filósofo tuvo un carácter esencialmente político y se orientó hacia la movilización de los espíritus para la lucha contra Francia. En 1813, sin embargo, publicó todavía una obra, Doctrina del Estado (v.).
Estallada la guerra — la última — contra Napoleón, vencido en Rusia, Fichte quiso alistarse en el ejército, pero no obtuvo el permiso correspondiente. De todas formas, hasta cierto punto puede afirmarse que murió también por la patria alemana: dedicada al cuidado de los heridos de guerra, su esposa contrajo la fiebre tifoidea, que Fichte se contagió a su vez mientras asistía a la enferma; falleció víctima de tal dolencia cuando llegaba la noticia del paso del Rin por las tropas de Blücher.
G. Preti