Nació el 27 de noviembre de 1754 en Nassenhuben y murió el 10 de enero de 1794 en París. Era hijo de una familia escocesa y, en la alemania del siglo XVIII, aproximóse a la cultura francesa por una elevada conciencia del progreso humano y un secreto convencimiento del poder libertador de la ciencia.
A los dieciocho años participó, junto con su padre, en el segundo viaje de James Cook alrededor del mundo. Vuelto en 1775, dos años después publicó en inglés una descripción del periplo, Voyage round the World (v. Viaje alrededor del mundo, de Cook), celebrada por su lozanía, la ligereza de su estilo y su profundo espíritu humanitario.
Profesor de Historia Natural entre 1778 y 1784 en Cassel y después en Vilna, en 1788 fue nombrado bibliotecario del Elector de Maguncia. Por aquel entonces su vida transcurría dura y difícil, y Forster viose obligado a malgastar en modestas ocupaciones su energía y el gran afán de poner al servicio de la humanidad sus amplios conocimientos, que abarcaban desde las literaturas antiguas hasta la Química y la Física.
Cuando estalló la Revolución francesa, orientó inmediatamente sus simpatías hacia ésta; sin embargo, al principio hubiera preferido una renovación llevada a cabo a través de una labor lenta y gradual de educación.
Poco a poco, empero, fue abandonando cualquier reserva; a ello contribuyó decisivamente el viaje realizado en 1790 con el joven Alexander von Humboldt a Holanda, Brabante, Flan- des, Inglaterra y Francia (acerca de él publicó en 1791 un primer volumen, Visiones del Bajo Rin, v.; otras partes aparecieron póstumas en 1795), que le convenció de la innocuidad de todo movimiento reaccionario contra la Revolución.
Vuelto a Maguncia, aprestóse a difundir en Renania los nuevos principios y fundó una Sociedad de Amigos del Pueblo inspirada en la de los jacobinos, de quienes había pasado a ser un ferviente partidario.
Ante el temor de que la reacción, de momento vencida (el Elector había huido y, con él, gran parte de la nobleza), pudiese recuperar el terreno perdido (Forster tenía conciencia de la escasa profundidad del sentimiento revolucionario del país), sostuvo en varios discursos la necesidad de la anexión a Francia: «Tened el honor de ser los primeros alemanes que rompan sus cadenas; no os dejéis preceder por vuestros vecinos…»
Para mejor defender este programa dirigióse a París, mientras «los sabios de Berlín» murmuraban de él y le acusaban con «libelos infamantes»; nada de ello, empero, logró doblegarle. Sin embargo, sucedió mientras tanto lo que ya previera: la reconquista de Maguncia por los ejércitos alemanes.
Forster murió solo y abandonado en la capital francesa, luego de haber admitido incluso las últimas evoluciones de la Revolución, más y más convencido a medida que veía extenderse por su país la corriente reaccionaria. Posteriormente, su mujer, que se había alejado de él durante los últimos acontecimientos, publicó sus cartas (1829); en 1877 apareció su Correspondencia con Sommering [Briefwechsel mit Sommering].
F. Catalano