Nació en Hannover el 9 de mayo de 1752 y murió en Brunswick el 10 de octubre de 1806. Es uno de los representantes del «Sturm und Drang» en el teatro. Fue un hombre de una existencia doble, lo cual resulta extraño en un escritor de fines del s. XVIII. Como Goethe y Novalis, estudió leyes; pero persistió en la profesión jurídica hasta llegar a presidente de un tribunal. Cuando joven trató a Christian Iffland, hermano del famoso actor, y, en Gotinga, a Lichtenberg; al mismo tiempo se relacionó con algunos poetas seguidores de Klopstock que habían fundado la «Göttinger Hain», especie de sociedad arcádica, y colaboró con varios fragmentos dramáticos en las revistas más importantes del grupo. El conjunto de su producción, y sobre todo su obra maestra, Julio de Ta- rento (v.), influyó en la composición de Los bandidos (v.) del joven Schiller, con el tema de la lucha entre hermanos, que, gracias a Leisewitz resultó habitual entre los escritores de la época, y luego incluso en los románticos. Parece extraño que un hombre tan vinculado a la ley pudiera ocultar un espíritu revolucionario que en sus textos ponía en evidencia los abusos y las debilidades de los poderosos.
No obstante, conocería sólo imperfectamente el verdadero carácter de Leisewitz quien le considerara un auténtico agitador. En realidad, y aun cuando indiscutiblemente pertenezca al «Sturm und Drang», permaneció hasta cierto punto vinculado a una visión racionalista de la existencia, confirmada por su admiración hacia Lessing. En 1775 participó en un concurso para obras dramáticas en el que fue premiada la de Klinger titulada Los gemelos (v.). Leisewitz afligióse mucho de tal decisión, y no quiso volver a probar fortuna públicamente en el teatro. Aficionado ya cuando joven a la investigación y la interpretación históricas, trabajó luego hasta los últimos tiempos de su vida en una historia de la guerra de los Treinta Años, tema que había seducido a muchos escritores contemporáneos. Sin embargo, a su muerte dispuso la destrucción de todos sus manuscritos inéditos; y así, únicamente se han salvado algunos diarios y cartas, publicados en nuestro siglo por los eruditos. Como hecho notable de la existencia de este autor cabe citar sus considerables desvelos, en medio de los estudios históricos y de su actividad de magistrado, en favor de la creación de un asilo para pobres; para ello aconsejóse, en parte, en Goethe, quien le apoyó y trató con gran aprecio. El asilo de Brunswick recuerda todavía hoy a su fundador.
R. Paoli