Vivió a finales del siglo III y comienzos del II a. de C. Profundo pensador hebreo de la familia de los Sirac (de donde el epíteto de Sirácida). Oriundo de Jerusalén, Jesús honró el nombre paterno de Eleazar con su fama y su religiosidad. Conocemos las escasas noticias de su vida a través de las breves alusiones conservadas en griego por su piadoso sobrino, que, con cuidadoso celo, tradujo del hebreo sus reflexiones (v. Eclesiástico). Cultivaba desde la infancia la Biblia, se deleitaba en la visión del culto sacro. «¡Cuán venerable era — afirma, hablando del pontífice Simón —, cuán venerable era el acercarse al tabernáculo, al salir de la cortina!» Todavía joven, se «dedicó a buscar la sabiduría… Florecía ella como una uva madura y mi corazón se alegraba».
Anduvo después «errando» y reunió ricas experiencias en viajes de aventura. «Quien ha viajado mucho, sabe muchas cosas… discurre sabiamente y es rico en penetración». Corrió a menudo «riesgos de muerte», pero salió siempre victorioso. «Quien teme a Dios no tiene miedo de nada, porque los ojos del Señor son para él protección contra la canícula y refugio en el mediodía.» A su regreso, a la Ciudad Santa sintió la necesidad de comunicar a los demás los frutos de su experiencia abriendo una escuela: «Venid a mí, parad en mi escuela. Yo abro la boca y hablo. Enriqueceos de sabiduría sin gasto alguno».