Gutierre de Cetina

Nació en Sevilla en 1520 y Murió en México, probablemente hacia 1557, en fecha no determinada con exacti­tud, lo cual ocurre asimismo en varios pun­tos fundamentales de la biografía de este poeta. Fue una de las figuras más signifi­cativas del Renacimiento español.

Su lírica, inspirada esencialmente en Petrarca, se des­arrolla en torno al refinado artificio del amor visto en su más típica abstracción. De familia noble y acomodada, vivió largo tiem­po en Italia; donde fue también soldado a las órdenes de Carlos V.

En este país enta­bló amistad con los ingenios más ilustres de la época, por los cuales estuvo evidente­mente influida su orientación poética. Ade­más de Petrarca, le inspiraron Tansilio, Ariosto y Bembo, y entre los españoles, Garcilaso de la Vega en particular. Pasó la mejor parte de su existencia en el refinadoambiente que rodeaba al príncipe de Ascoli, a don Luis de Leyva y al insigne huma­nista Diego Hurtado de Mendoza, todos ellos amigos íntimos de C.

El artificio amoroso de su poesía tuvo como fundamento real la gran pasión del poeta hacia Laura (¿Gonzaga?), la cual representó para él la belleza ideal que fuera forjando a través de su apa­sionada contemplación de la pintura de Tiziano; a esta mujer parece dedicado el cele­bérrimo madrigal que empieza con los ver­sos «Ojos claros, serenos…», composición lírica sobre la cual se halla cimentada la popularidad del autor (v. Poesías).

En 1554 C. volvió a España y hasta algún tiempo después no encontró nuevas aventuras en las que desahogar su espíritu inquieto. Atraído por la fascinación de la empresa americana, marchó en 1556 a México (donde estuvo ya desde 1546 a 1548, poco más o menos) con su tío Gonzalo López, quien se dirigía allí como procurador general.

En aquella re­gión de América se pierden las huellas de su vida, y a partir de entonces sólo perdura en el tiempo la leyenda forjada en torno al poeta. La naturaleza americana debió de imprimirse profundamente en la sensibili­dad de C., al propio tiempo que la seduc­ción bárbara de aquella civilización.

Tam­bién en México halló el poeta otra inspira­dora amorosa: doña Leonor de Osma, de la cual parece haberse enamorado locamente y bajo cuyo balcón, en Puebla de los Ánge­les, fue herido por Hernando de Nava, un rival celoso. A partir, de 1557 nada se sabe ya acerca de él, por lo que se le cree muer­to en tal fecha.

G. Bellini