Giovanni Verga

Nació el 31 de agosto de 1840 en Catania, donde murió el 27 de enero de 1922. Estuvo posiblemente emparentado con algunos caballeros catalano-aragonés es llegados a Sicilia con el rey Martín. For­móse en un ambiente liberal, que influyó notablemente en su evolución espiritual ju­venil. En 1858 matriculóse en la Facultad de Derecho del Ateneo de Catania, pero luego prefirió dedicarse a la composición de su primera novela, Amore e Patria, que, sin embargo, permaneció inédita. Entre 1860 y 1864 desarrolló una actividad de carácter periodístico y patriótico, testimonio ya del espíritu antirregionalista de V. y de su acusada tendencia a la valoración de los problemas concretos de la sociedad. En 1862 la muerte de su padre le ocasionó el pri­mer disgusto familiar de consideración, que tuvo marcadas consecuencias en la madura­ción del autor, quien, a partir de entonces, aproximóse a personajes de una huma­nidad torturada, reflejo de varias experien­cias autobiográficas.

A tal inclinación per­tenecen las novelas Una pecadora (v.) e Historia de una curruca (v.). En pos de más amplias experiencias humanas y lite­rarias, se había trasladado en 1865 a Flo­rencia, donde permaneció hasta 1871. En tal ciudad pudo relacionarse con literatos y ar­tistas nacionales y extranjeros que le per­mitieron ampliar sus horizontes. Posible­mente en el verano de 1869 empezó a amar a Giselda Foianesi, quien finalmente, contrajo un matrimonio infeliz con Rapisardi. Junto a la experiencia vivida en las tertulias des­pertó en él la inclinación al mundo de los humildes y a la documentación verista de las narraciones que iba proyectando. En 1872 marchó a Milán, donde frecuentó el ambiente literario de la ciudad. A partir de 1877 recibió el apoyo de Capuana. Fue com­pletando lentamente su formación cultural, y publicó Eva (1873, v.), que obtuvo éxito y provocó algunas polémicas; Tigre real (v.) (v.) y Eros (v.). En 1874 apareció el boceto siciliano Nedda (v.), según Capuana descu­brimiento de «un nuevo filón en la mina casi virgen de la novela italiana».

En 1879 trabajaba ya en Los malasangre (v.) y en 1880 publicó una colección de bellos cuen­tos, La vida de los campos (v.). Este perío­do fue el más fértil y luminoso de la fan­tasía creadora del escritor. Sin embargo, todavía no maduras la cultura y el gusto italianos de la época, la obra maestra Los malasangre, aparecida el mismo año que Malombra (1881, v.), de Fogazzaro, pasó casi inadvertida. No ocurrió lo mismo en el ex­tranjero. En el curso de aquellos años vol­vió a relacionarse con Giselda Foianesi, que halló en él afecto y amor. Sucediéronse entonces los triunfos de V.: El marido de Elena (1882, v.), Por las calleé (1883, v.), Novelas rústicas (1883, v.), Vagabundeo (1887, v.) y Maese don Jesualdo (1888, v.). Valióle otro éxito la presentación de Ca­ballería rusticana (y.), ópera con música de Mascagni, inspirada en el conjunto na­rrativo La vida de los campos (v.). A ello, empero, siguieron los fracasos de otras obras teatrales, que amargaron profundamente al escritor.

En 1893 volvió a Catania, donde, salvo algunas estancias en Roma, permane­ció hasta su muerte. En 1891 publicó un tomo de cuentos, I ricordi del capitana d’Arce, que denota el agotamiento del autor. Más lozano resulta el volumen de bocetos Don Candelero y Cía. (v.), cuyos perso­najes recuerdan hasta cierto punto el tea­tro de Pirandello. V. consideró la literatura como una noble profesión, «la actividad más sagrada del hombre»; por ello rehuyó siempre hablar de sí mismo y despreció el aplauso fácil y popular. Italia reconoció de­masiado tarde sus méritos; fue nombrado senador en 1920, fecha en la cual cumplía los ochenta años el principal narrador del siglo pasado italiano después de Manzoni.

G. Santangelo