Fryderic Franciszek Chopin

Nació en Zelazowa Wola (Polonia) el 1.° de marzo de 1810, murió el 17 de octubre de 1849 en París. Su padre, nacido en Francia pero oriundo de Polonia, era maestro, y primero lo fue en la familia del conde Skarbek y luego en escuelas públicas.

Quiso que su hijo, aun­que se dedicara a la música, para la que mostraba precocísima inclinación, recibiera una cultura general completa. El primer maestro de piano de Chopin fue el bohemio Adalbert Zywny, al que siguió más tarde, especialmente para la composición, Joseph Elsner, distinguida figura de la vida musi­cal de Varsovia.

Tras las acostumbradas pruebas de precocidad ejecutiva y creadora, Chopin se introduce en los ambientes musicales de Berlín y de Viena mediante dos breves viajes (1828 y 1829). A su regreso, la can­tante Constanza Gladkowska, de su misma edad, hace brotar su primera pasión juve­nil, pero el destino separó para siempre a los dos jóvenes.

Habiendo partido de Var­sovia el 2 de noviembre de 1830 con rumbo a Viena, a Chopin le sorprendieron en esta ciu­dad las noticias sobre la insurrección po­laca de 1831, y ya no pudo regresar jamás a su patria. Desde Viena, con un pasaporte provisional, se dirigó a París. Durante el viaje supo que la insurrección polaca había sido aplastada sangrientamente con la reconquista de Varsovia por los rusos, lo cual, según se dice, le inspiró el estudio en do menor n.° 12 de la op. 10, llamado La caída de Varsovia (v. Estudios).

Llegado a París el 11 de septiembre de 1831, entra rápida­mente en contacto con los medios musica­les y literarios del romanticismo y rechaza prudentemente las ofertas del pianista Kalkbrenner, que quería hacer de él un virtuoso sorprendente y único. La amistad con el príncipe Radziwill lo introdujo en seguida en los ambientes de la aristocracia fran­cesa, asegurándole amplias y seguras remu­neraciones mediante conciertos y lecciones.

En breve tiempo se convirtió en el hombre del día en el París de Balzac, Lamartine y Berlioz. Su estilo de pianista, exquisito y delicado, contrastaba ventajosamente con el fulgurante de Liszt, que, por lo demás, era el primero en admirarlo y sintió por su co­lega polaco una amistad generosa y frater­nal.

También Schumann (a quien conoció en ocasión de un viaje a Dusseldorf en 1834) comprendió la grandeza de Chopin y la comentó en perspicaces presentaciones crí­ticas de las composiciones que iba publi­cando : breves piezas líricas de libérrima concepción formal, como los Nocturnos (v.), los Preludios (v.), los Estudios, los Impromptus (v.), las Mazurcas (v.), los Val­ses (v.) y las Polonesas (v.): Chopin fue, entre los músicos románticos, el que más rápida y coherentemente extrajo las consecuencias del cambio de gusto con el nuevo siglo, y en librarse de la sujeción a las grandes for­mas escolásticas de la sonata y de la sin­fonía.

Nadie comprendió más claramente que él que el mérito del arte no tiene nada que ver con lo imponente de las estruc­turas formales. En el verano de 1835 se encontró por última vez con sus padres en Karlsbad (Chopin no podía regresar a Polonia, pues se le consideraba desterrado político).

Luego siente una vehemente pasión amo­rosa por María Wodzinska, su amiga de la infancia, de nuevo encontrada: tras varios circunloquios es rechazada su petición de mano, debido principalmente a su estado de salud: en efecto, comenzaba a manifes­tarse en Chopin la trágica dolencia de la tuber­culosis.

El 13 de diciembre de 1836 ocurre el encuentro con la escritora George Sand, enérgica y maternal compañera a la que asoció su vida en unas relaciones de casi diez años, sobre cuyo efecto benéfico, o por lo menos con respecto a su salud y a su des­arrollo creador, todavía continúan las po­lémicas de los biógrafos.

El extraño círculo compuesto por Chopin, la Sand y sus dos hijos, pasó el invierno de 1838-39 en Palma de Mallorca, buscando la salud en el clima mediterráneo: durante esta estancia, que fue amargada por graves contrariedades, com­puso los Preludios. A continuación, se esta­blece de nuevo en París, pasando regular­mente el verano en el castillo de la Sand en Nohant.

Es éste un período de intensa crea­ción artística, estimulado por la visita fre­cuente y amistosa de artistas geniales como el pintor Delacroix, las cantantes Viardot y Malibrán, Liszt y otros ilustres expo­nentes del movimiento romántico. Después, su salud empezó a empeorar, al mismo tiem­po que sus relaciones con la Sand iban de mal en peor, hasta llegar a la ruptura. Ha­biendo quedado solo y enfermo, Chopin tuvo que emprender una pesada «toumée» de conciertos por Inglaterra (1848).

A su re­greso a París, en noviembre, tropieza con graves dificultades económicas, prestándole su ayuda a menudo, sin saberlo él, la gene­rosidad de los amigos, especialmente de la escocesa Jane Stirling. Su precaria salud no le permitía ya dar conciertos ni lecciones. Murió asistido por su hermana Luisa, que había acudido a una desesperada llamada suya, y algunos desterrados y nobles pola­cos.

Fue sepultado en el Pére Lachaise con solemne ceremonia, pero su corazón fue en­viado a Varsovia, donde se conserva en la iglesia de la Santa Cruz.

M. Mila