Frigyes Karinthy

Nació en Budapest el 24 de junio de 1887 y murió en Siófok el 29 de agosto de 1938. Inteligencia superior de acusadas facultades filosóficas, nunca sin­tióse a gusto en la profesión de periodista, a la cual empezó a dedicarse todavía muy joven debido a las mismas necesidades eco­nómicas que a lo largo de toda su vida habrían de atarle a la redacción del Pesti Napló. Inició su actividad literaria en 1912, con un volumen de cuentos en el cual apa­recían ya claramente manifestadas las ca­racterísticas del escritor: un tono semiserio o incluso humorístico, la crítica aguda pero piadosa de las imperfecciones de lo hu­mano, y la necesidad de eludir la limita­ción impuesta por las duras formas de la vida y por la naturaleza mediante la ficción, el sueño, la locura o la evasión hacia un mundo regido por una férrea lógica ajena a las contradicciones.

Su extremado paci­fismo (Cristo y Barrabás), la ansiada libe­ración de los vínculos de la existencia cor­pórea (Viaje a Faremido, v.; Viaje al­rededor de mi cráneo, v.), la búsqueda de una liberación de los instintos (Balada de los hombres mudos, Mañana por la mañana) y su fe en las fuerzas redentoras de la técnica son otras tantas consecuencias de su lógica excesiva, que se refleja asimismo en el estilo, seco, incoloro y conceptuoso. Karinthy, no obstante, es un profundo conocedor del lenguaje húngaro, como lo demuestran sus brillantes «pastiches» literarios (Así es­cribís, v.; Espejo curvo; etc.), a las cuales debe sobre todo su no efímera popularidad; muy divertidas por la habilidad con que el autor imita los estilos más variados, tienden, más bien que a la burla y a la desfi­guración, a desenmascarar todo lo falso y amanerado que el escritor, con un instinto infalible, sabía distinguir del verdadero arte.

E. Várady