Escritora y religiosa colombiana, nació en Tunja en 1671; murió en 1742, hija de padres españoles. Profesó en 1694 en la orden de Santa Clara y fue tres veces abadesa de su convento de Tunja, de donde parece que no llegó a salir.
Su padre era un acaudalado funcionario español de la colonia y no veía con buenos ojos la inclinación de su hija a la vida conventual; tampoco en el convento se veía con buenos ojos que la monja escribiera, en curioso paralelismo con lo que les ocurrió a Santa Teresa y a Sor Juana Inés de la Cruz.
Pero la madre C., alentada por sus confesores, siguió escribiendo, aunque sus trabajos no fueron publicados hasta mucho después de su muerte. Fue una mujer sencilla, ingenua, íntima; cuando se habla de su gongorismo, se induce a error al lector, pues el Góngora de Soledades (v.) y Polifemo (v. Fábula de Polifemo y Galatea) está ausente de la obra poética de la madre C.; quizá la obra no culterana (o menos culterana) de Góngora, la poesía lírica de Lope de Vega y la poesía mística hayan influido, de cerca o de lejos, en los versos de la poetisa colombiana.
Pero ésta es principalmente prosista, sencilla y clara, sin galas literarias ni afectaciones retóricas; sus relatos autobiográficos están impregnados de un misticismo singular: la Vida de la Venerable Madre Francisca Josefa de la Concepción escrita por ella, fue publicada en 1817, y los Sentimientos espirituales de la Venerable Madre Francisca Josefa, en 1843.
Ella entregaba sus escritos al confesor y éste a la familia de la monja clarisa, procedimiento que permitió la publicación posterior de la obra de esta delicada escritora, que alguien ha llamado hiperbólicamente «el mejor escritor de Colombia».
J. Sapiña