Federigo Della Valle

Nació en tomo a 1560 en las Langhe (Piamonte) y murió en Milán en 1628. Es la única auténtica voz trágica del catolicismo italiano en la época de la Contrarreforma.

De su vida sólo esca­sas noticias han llegado hasta nosotros; en la corte de Saboya sirvió a la infanta Cata­lina, hija de Felipe II y esposa de Carlos Emmanuel, Rodeado allí de otros poetas famosos, su figura quedó más bien apagada.

En 1595 fue representada, -con motivo de una solemnidad, la menos feliz de sus obras tea­trales: la tragicomedia Adelonda di Frigia. De las restantes tragedias que compuso por aquel entonces, La regina di Scotia (v. Ma­ría Estuardo), Judith (v. Judit) y Ester (v.), se ignora si fueron estrenadas.

Su perma­nencia en Turín coincidió con su mayor fecundidad literaria, atestiguada asimismo por obras menores. De los años pasados en Milán, adonde se trasladara con el séquito de la Infanta, se conserva el testimonio de dos oraciones fúnebres hoy perdidas.

Los personajes de sus tragedias reflejan el ca­rácter retraído y triste del autor, su con­cepción dolorosa de la vida, una tenebrosa conciencia de muerte y el sentimiento del pecado; Della Valle cree que en lo alto se halla un Dios fulminador, y debajo los hombres, «misérrimos hijos de Eva erran­te» e indefensos ante las adversidades de la fortuna.

Se trata de una expresión típica -de las opiniones coetáneas. Formado en los clásicos (Ovidio, Virgilio y Horacio) y en la lírica de Petrarca, elaboró a través de ecos dantescos, e inspirando esencialmente en la Biblia sus temas e imágenes, una poesía adecuada a los ideales de la época y parecida en cuanto a la forma a la del período final de Tasso. Della Valle es una de las figuras más singulares de la literatura dramática italiana.

P. Cazzani