Ezequiel

Profeta hebreo, autor del libro homónimo (v.) del Antiguo Testa­mento. Nació probablemente en 627 a. de C. en una familia sacerdotal.

Su padre se llamaba Buzzi. Contrajo matrimonio y poseyó una casa propia en Jerusalén. En 597 fue depor­tado por los babilonios, junto con el rey Joiaquín, a Mesopotamia, donde, en su ca­sita junto al río Kebar, inició su misión profética, destinada a los desterrados que en torno a él se reunían.

Tuvo su primera visión en 592, durante un angustioso éxta­sis: de un extraño carro cuyas ruedas gi­raban rápidamente y colocado entre fan­tásticas figuras mitad toros, mitad hombres, surgió la voz que le comunicaba el mandato divino en medio del fragor de infinitas aguas. Poeta austero, gozaba con agudo fre­nesí al saborear anticipadamente los horro­res que habían de caer sobre los enemigos de Israel.

En él las visiones alucinantes iban acompañadas de fantásticas actitudes sim­bólicas; así, por ejemplo, para describir la inevitable dispersión de los endurecidos hebreos, quemóse una tercera parte de los cabellos, cortó otro tercio con la espada y esparció al viento las cenizas del resto.

Sin embargo, con sus inspiradas intuiciones proféticas dio el primer gran paso hacia el individualismo religioso. Mal tolerado en Judea por sus compatriotas, que odiaban sus catastróficas profecías, murió después del 573 a. de C. en el destierro, asesinado, según una tradición bastante dudosa, por un príncipe hebreo cuya idolatría repro­chara con dureza. Actualmente sigue mos­trándose en Bagdad la supuesta tumba de Ezequiel.