Nació en Manosque el 26 de marzo de 1852 y murió en Auteuil el 13 de noviembre de 1925. Llegado a Paris en 1874, y una vez fundada la Revue des Chefs d’oeuvre, aprovechó, en 1886, la ocasión de una herencia providencial para retirarse al bosque de Fontainebleau, en el «vieux presbytère» de Samois, no lejos de Mallarmé, Rodenbach, Paul Margueritte y unos cuantos íntimos más.
Sólo dos años antes había publicado El ocaso de los dioses (v.), texto al que siguió en 1885 Sous la hache, escrito con anterioridad. Agitado por una indomable pasión de lo extraordinario y lo sublime y desilusionado por la infrecuencia con que ello se presenta en nuestra vida, refugióse en una soledad que era singularmente comunión con los muertos ilustres y las figuras heroicas incesantemente suscitada por su imaginación.
En 1893 apareció Les oiseaux s’envolent et les feuilles tombent, en la que, aún mejor que en El ocaso, realiza el autor la armonía por él constantemente perseguida entre tragedia histórica y filosofía eterna, erudición y moral. Llamado a formar parte de la Academia Goncourt (1900), no abandono, empero, su retiro; sólo en 1902 trasladóse a Versalles.
En 1904 estaba ya editada la primera parte de La nef, el ambicioso poema en prosa inspirado en Esquilo en el que por boca de Prometeo se propone cantar las más altas y dolorosas pasiones humanas; la segunda parte de la obra no apareció hasta dieciocho años después.
C. Falconi