Diego de Couto

Nació en 1542 en Lisboa y murió el 10 de diciembre de 1616 en Goa. Es uno de los «cronistas» más importantes del áureo siglo XVI portugués.

Su padre era un soldado armado caballero en Túnez, perteneciente al séquito del infante Luis, hijo del rey Manuel. A los diez años, C. ingresa en la corte de este último, quien cuida de su instrucción.

Un año después empezaría a frecuentar el colegio lisboeta de los jesuitas de San Antonio Abad, donde tuvo la suerte de ser discípulo de algunos de los maestros más insignes de aquel tiem­po, como el famoso gramático Manuel Al­vares; más tarde, en el convento de Bemfica, cercano a Lisboa, le formó en Filoso­fía una excelsa personalidad de la vida y la literatura religiosas, fray Bartolomeo dos Mártires, y tuvo por condiscípulo al hijo del infante Luis, Antonio (el futuro «Prior do Crato», que trató en vano de obtener la corona portuguesa en 1580, cuando la invasión española).

Vuelto a la corte de su pro­tector el infante, es trasladado, a la muerte de éste (1555), al palacio real, donde que­da adscrito a los servicios personales del monarca Juan III. Al fallecer su padre, de­cide en 1559 intentar fortuna en la India y se alista por tres años en calidad de sol­dado; allí participa activamente en campa­ñas terrestres y marítimas y lleva a cabo toda suerte de cometidos.

De regreso de Oriente con el virrey dimisionario don Antáo de Noronha (1569), al invernar en Mo­zambique encontró allí a Luis de Camoes, reducido a la miseria; a causa de ello, em­pezó un comentario a Los Lusiadas (v.), interrumpido en el IV o V canto; auxilió al poeta y le embarcó consigo en la nave en que se dirigía a la patria (1570).

Entre­gadas al rey las correspondientes relaciones, volvió de pronto a la India, de donde no se alejó ya jamás. Vivió casi siempre en Goa, entregado a investigaciones que precisaba para sus Décadas (v. Décadas asiáticas), continuación, en noventa libros, de las de Joao de Barros y cuya redacción le encargó Felipe II, quien, además de rey de España, había pasado, tras la anexión, a serlo tam­bién de Portugal.

G. C. Rossi