Nació en Abdera el 460 a. de C. (según la cronología más autorizada) y murió en la misma población hacia los cien años de edad. Era algo más joven que su famoso conciudadano Protágoras, con el cual solía discutir.
Discípulo de Leucipo, completó y desarrolló la doctrina de éste. Es el principal representante del atomismo antiguo. Parece haber realizado largos viajes de estudio por Egipto y Asia; sin embargo, nada sabemos con certeza de ello, ni tampoco en cuanto a sus relaciones con los pitagóricos, el ambiente ateniense y el médico Hipócrates, puesto que las fuentes antiguas sólo nos han transmitido acerca de Demócrito las acostumbradas fantasías.
La leyenda habla de él como del filósofo que se ríe de las locuras humanas, en oposición a Heráclito; lo cual acaso se deba a la serenidad y facilidad de adaptación manifestadas por Demócrito en su ética. Considerable fue el número de sus textos, de los que en la actualidad sólo poseemos algunos fragmentos éticos; en cuanto al resto, conocemos la ideología de este filósofo a través de las exposiciones y críticas de Aristóteles y de los diversos doxógrafos.
Con él, la Filosofía, aunque con su aspecto de ciencia general de la naturaleza y del hombre, aparece dividida en varias partes bien determinadas, según los distintos ámbitos del saber, y como posteriormente ocurrirá con Aristóteles; por ello las obras de Demócrito (catalogadas luego por Trasilo en tetralogías, como las de Platón) pueden clasificarse de la siguiente manera: físicas (v. Pequeña cosmología, la principal); matemáticas, incluidas las astronómicas; técnicas, filológicas (en este grupo resulta importante el libro De la poesía, por la doctrina estética del entusiasmo) y éticas (en las que destaca singularmente Sobre la tranquilidad del espíritu).
Ninguna doctrina filosófica de la Antigüedad intenta tanto como la de Demócrito conciliar los principios meramente racionales con los elementos positivos de la experiencia.
V. E. Alfieri