Cristóbal Colón

Nació entre el 26 de agos­to y el 31 de octubre de 1451 en Genova, según se cree, y murió el 20 de mayo de 1506 en Valladolid.

Aprendió de su padre el arte de la lana y el pequeño comercio, y en 1473 se trasladó con él a su nuevo domicilio de Savona, donde en 1474 ó 1475 embarcó en una nave del gobierno genovés destinada a la defensa de Quío contra el peligro turco.

Ingresó luego como «factor» al servicio de las casas comerciales Spinola, Di Negro y Centurione; por cuenta de esta última rea­lizó algunos viajes a Madera para cargar azúcar, y llegó a la cercana islita de Porto Santo.

Aquí o en Lisboa conoció y unióse en matrimonio en 1480 a Felipa Moniz, hija del placentino Bartolomé Perestrello, feu­datario de la citada islilla. Algún tiempo después navegó hasta la Guinea en una em­barcación portuguesa.

Estas experiencias y otras no bien comprobadas o desconocidas, y la lectura iniciada en Portugal y prose­guida en España de obras cosmográficas como la Imago mundi del cardenal d’Ailly, la Historia rerum de Pío II y el Millón (v.) de Marco Polo, indujéronle a la idea y, más tarde, al convencimiento de la esferi­cidad de la Tierra y la posibilidad de llegar a Oriente navegando hacia Occidente, de donde su lema «buscar el levante por el poniente».

Fundándose en tal seguridad, C. expuso un plan práctico al rey Juan II, quien, no obstante, ocupado en sus expedi­ciones al África y quizá por desconfianza de aquel extranjero, eludió la respuesta a tales proposiciones; y así, a fines de 1483 o principios de 1484, el futuro descubridor abandonó Portugal y pasó a España.

Tam­bién aquí, de momento, las circunstancias se le manifestaron adversas, por cuanto Femando de Cataluña-Aragón e Isabel de Castilla, que reinaban entonces, se hallaban empeñados en la prolongada y dura cam­paña para la definitiva expulsión de los moros de la península, la Iglesia se oponía a las nuevas concepciones cosmográficas y el país no estaba dispuesto para la gran aventura a la que se le invitaba.

Transcu­rrieron así siete años antes de que en el cam­pamento de Santa Fe, ante Granada, el 17 de mayo de 1492, obtuviera C. las ansia­das «capitulaciones». Durante este largo período fue procurándose poderosas amis­tades y partidarios activos, y con la ayuda financiera del tesorero de Cataluña-Aragón y de algunos banqueros y mercaderes — en­tre ellos el valenciano Santángel — pudo aprestar la «Santa María», la «Pinta» y la «Niña», al frente de las cuales zarpó hacia lo desconocido el 3 de agosto.

Alcanzadas las Canarias, continuó adelante siguiendo una línea recta que coincidía con los 28° de latitud Norte, para torcer luego con rumbo Sudoeste. El 12 de octubre llegó a la pe­queña isla de Guanahaní, en el grupo de las Lucayas; descubrió luego Cuba y Haití, emprendió el regreso hacia Europa el 16 de enero de 1493 y entró en Palos el 13 de mar­zo, tras haber llevado a cabo una de las hazañas más audaces y valiosas de la His­toria.

En el curso del viaje fue redactado un Diario (v. Viajes), muy importante des­de todos los puntos de vista. Nombrado al­mirante del Océano y virrey de las Indias, empezó muy pronto a organizar otra expe­dición de colonización y descubrimiento compuesta de muchas naves, que partió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493 y exploró y colonizó Haití, reconoció Cuba y descu­brió Jamaica.

Vuelto C. a España el 11 de junio de 1496, hízose de nuevo a la mar el 30 de mayo de 1498, en un tercer viaje, que fue el más triste; luego de haber descu­bierto la América meridional y sufrido las manifestaciones de indisciplina y rebeldía de sus capitanes, fue detenido y llevado entre cadenas a Cádiz (fines de noviembre de 1500): la envidia, la ambición y la ingra­titud humanas habían triunfado. Con todo, pudo C. realizar una cuarta y última expe­dición (9 mayo 1502-7 noviembre 1504), cuyo destino fue la América central, donde el descubridor buscaba un paso para llegar a Asia y efectuar la vuelta al mundo, em­presa que le ocasionó nuevos sinsabores.

En sus últimos años trató en vano de obtener justicia y honores, y murió solo y olvidado. Las Relaciones de viaje (v. Viajes) y las Cartas, publicadas junto con el Diario, con­tienen muchos elementos autobiográficos.

R. Caddeo