Charles Eliot Norton

Nació en Cambrid­ge (Massachusetts) el 16 de noviembre de 1827, y murió en la misma localidad el 21 de octubre de 1908. Fue la personalidad norte­americana más importante, en la segunda mitad del siglo XIX, en el campo de la difusión de la cultura. Habiéndose formado en el ambiente culto, señorial y ecléctico de Harvard, las mismas vicisitudes de su vida parecen señalarlo para su misión de inter­mediario entre dos mundos culturales: en 1849 realizó un viaje de carácter comercial por la India, Inglaterra y países del Medi­terráneo. A su regreso entró en la East India Trade (una carrera que fue interrum­pida por motivos de salud en 1855) y en la Universidad de Harvard como profesor de literatura francesa. Con el paso de los años, dedicó todo su tiempo a las letras y se convirtió en un verdadero apóstol de la cultura: colaboró asiduamente en el Atlan­tic Monthly, dirigió la North American Review (1864-68) y a continuación, durante la guerra civil, la «Loyal Publication Society»; figuró entre los fundadores de The Nation (1865) y fue el primer profesor de historia del arte en Harvard (v. Estudios históricos sobre la construcción de iglesias en la Edad Media); ostentó con entusiasmo la presidencia de la Dante Society, figu­rando en la noble tradición de los dantistas havardianos (tradujo la Vita nuova y co­laboró con Longfellow en la traducción de la Divina Comedia).

De este modo, en su cotidiano trabajo de crítico, en la verde serenidad de Cambridge o en sus largas estancias en el continente europeo (v. No­tas de viaje y de estudio en Italia) se desarrolló su vida de un modo noble y tran­quilo. El cultivo de la amistad de los gran­des (Emerson, Oarlyle, Ruskin, Rossetti, Lowell, Howells) y la preparación de sus obras para la posteridad expresa quizás el aspecto más genuino de su personalidad; aquellas obras fijaban para él las veneran­das jerarquías del arte, eran un baluarte contra lo que juzgaba la anarquía y la vul­garidad del mundo moderno. La limitación —a veces el provincianismo — de aquel po­deroso «brahmán» derivó sobre todo de su incomprensión ante los nuevos tiempos.

N. D’Agostino