Bernard Le Bouvier de Fontenelle

Nació en Ruán el 11 de febrero de 1657 y murió el 9 de enero de 1757 en París. Una tradición literaria ilustre, la de los Comeille, a cuya familia pertenecía, precedió su modesta apa­rición en el mundo de la poesía con versos ligeros publicados en Mercure Galant, y en el del teatro con una comedia y una trage­dia no logradas y algunos libretos de ópera más afortunados escritos en colaboración con De Visé.

Por fin, la «Querelle des Anciens et des Modemes» hizo popular el nom­bre de Fontenelle, gracias a su tenaz defensa de los últimos (v. Digresión sobre los antiguos y los modernos), junto a Perrault primero y a La Motte luego, que manifestó la calidad aristocrática de su inteligencia de carte­siano puro, ateo, escéptico e irónicamente corrosivo, pero sin la violencia pasional ni la absoluta fe en la razón humana propias de Voltaire.

Fontenelle creía sólo en la objetiva ver­dad científica; y así, movido por una lógica intelectual, defiende su tiempo contra el pasado y ataca en su Historia de los orácu­los (v.) antiguos mitos y creencias, refuta en Diálogos de los muertos (v.) lugares co­munes filosóficos, ideas convencionales y opi­niones corrientes, y en Conversaciones so­bre la pluralidad de los mundos (v.) re­duce a la claridad de las cosas simples y comprobables, en un estilo adecuado a su propio y límpido pensamiento, el misterio de los espacios siderales.

Durante mucho más de medio siglo, París pudo contemplar al agudo y sereno Fontenelle en sus más célebres tertulias (estuvo singularmente vinculado a la marquesa de Lambert y a madame Geoffrin), escuchar su conversación sin igual y asimilar casi inconscientemente sus ideas, en las que los dogmas iban desapareciendo poco a poco y un espíritu rebelde enarde­cíase únicamente a la luz del pensamiento.

A él se confió el elogio fúnebre de los aca­démicos más célebres, que Fontenelle concretó cada vez en una pequeña obra maestra de sol­tura y penetración psicológicas y de ele­gancia y proporción estilísticas. Secretario de la Academia de Ciencias desde 1699, fue luego miembro de la Francesa, de la Académie des Inscriptions et des Belles Lettres, de la Sociedad Real londinense y de la Academia de Berlín.

En todas partes, y con exquisita gracia, Fontenelle procuró alejar lo medie­val y barroco y ensalzar al hombre sólo y conscientemente humano, inquieto, curioso e investigador, que todavía hoy, como en su época, es llamado «moderno».

G. Veronesi