[Astyanax]. En el famoso episodio de la Ilíada (v.), en que Héctor (v.) se despide de su esposa y de la vida, se halla presente su hijo Astianax. La esperanza en su porvenir modera el dolor de los adioses; y cuando Astianax huye del abrazo de su padre, asustado por el bronce de las armas y por la cimera, una sonrisa atraviesa la escena.
Para él, Héctor pide a los dioses un futuro glorioso y una fama superior aún a la suya. Pero precisamente a causa de la fama de Héctor los poetas antiguos imaginaron que Astianax no sobrevivió a la caída de Troya y narraron que los griegos vencedores tuvieron miedo de dejarle con vida. El fin de Astianax figura entre los demás episodios luctuosos que acompañaron la toma de la ciudad en las Troyanas (v.), de Eurípides.
En esta obra se encuentran Hécuba (v.) y Andrómaca (v.). Esta última tiene en su regazo a su hijo, y ambas mujeres comentan sus desdichas. Astianax es lo único que les queda, el último consuelo de su madre y la última esperanza de los troyanos; pero precisamente mientras intentan confortarse con este pensamiento, un heraldo llega para informarles de la decisión de los aqueos, que quieren que Astianax muera también. Y después de un último adiós de Andrómaca, el niño es llevado a la muerte; su cuerpo, al final de la tragedia, es devuelto a Hécuba sobre el escudo de Héctor.
Hécuba y las cautivas tributan como pueden las honras fúnebres a Astianax. Pero luego los soldados vuelven a llevárselo, encima del escudo paterno que habrá de ser su féretro, mientras las casas de Troya se hunden entre las llamas.
F. Codino