Político y escritor español. Nació en Málaga el 8 de febrero de 1828, murió asesinado en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa) el 8 de agosto de 1897.
Su padre era maestro de escuela y su abuelo materno murió en 1810 luchando contra los franceses. Mientras cursaba el bachillerato en su ciudad natal, fundó, con un grupo de compañeros, el semanario La joven Málaga. Muerto su padre, marchó a Madrid, donde, protegido por su tío, el orientalista Estébanez Calderón, siguió la carrera de leyes y obtuvo un empleo en los ferrocarriles.
En 1849 se dio a conocer como periodista en las páginas de La Patria. En 1852 publicó la novela histórica La campana de Huesca y poco después la Historia de la decadencia de España desde el advenimiento de Felipe III al trono hasta la muerte de Carlos II (v.). Al triunfar la revolución, obtuvo un empleo en el Ministerio de Estado; en 1864 desempeñaba esta cartera, en 1865 la de Ultramar y en 1866 la de Hacienda.
En las Cortes de 1869 defendió sus principios conservadores contra los liberales y demócratas proclamados por la revolución, y votó en blanco en la elección de Amadeo I. En Francia consiguió que la reina Isabel abdicara en favor del futuro Alfonso XII, y dirigió la educación del joven príncipe. En el momento de la restauración borbónica (1874), C. asumió la presidencia del Ministerio-Regencia. Promovió la Constitución que fue aprobada en 1876 y continuó gobernando casi sin interrupción hasta 1881, año en que fue reemplazado por Sagasta, jefe de los liberales.
A fines de 1883, y gracias a una hábil maniobra política, fue de nuevo llamado C. al poder, que ejerció hasta la muerte de Alfonso XII (25 de noviembre de 1885). Durante la minoridad de Alfonso XIII estableció con Sagasta el llamado «turno pacífico» de liberales y conservadores. En la última etapa de su vida ardía ya la guerra separatista de Cuba, y C. empeñó en aquella lucha grandes recursos en hombres y dinero, y forzado por las muestras patrioteras de la mayoría, toleró la dura represión del general Weyíer contra los patriotas cubanos.
Fue entonces cuando en pleno Parlamento pronunció aquellas lamentables palabras: «Defenderemos las Antillas hasta la última gota de sangre y hasta la última peseta». Tomó el poder por última vez en marzo de 1895, y era todavía presidente al caer asesinado por el anarquista italiano Miguel Angioli11o. C. fue un político hábil, con todas las cualidades y los defectos inherentes a los hombres públicos de su tiempo. Su oratoria era elocuente y fácil. Además de las obras citadas y de un tomo de poesías, se le deben Problemas contemporáneos, Estudios literarios, bosquejo histórico de la Casa de Austria en España (v.), Estudios del reinado de Felipe IV (v.), El Solitario y su tiempo (v.), etc.
Pertenecía a la Academia de la Lengua y a las de la Historia, Ciencias Morales y Políticas y Bellas Artes.