Alonso de Ercilla y Zúñiga

Nació el 7 de agosto de 1533 en Madrid, donde murió en fecha imprecisa, que algunos críticos juzgan el año 1594 y otros creen posterior al 1596.

Tercero de los cinco hijos del doctor Fortún García de Ercilla, consejero real, y de doña Leonor de Zúñiga, dama de la emperatriz, el poeta creció en la corte y sirvió como paje al príncipe heredero, el futuro Felipe II, a quien acompañó en todos sus viajes a través de los Estados paternos, a Flandes en 1548 y a Inglaterra en 1554, año de su matrimonio con la heredera del trono inglés, la princesa María.

Desde Londres marchó a América con el capitán y adelantado Jeró­nimo de Alderete para tomar parte en una expedición contra los araucanos, que se habían rebelado y enfrentado contra los es­pañoles. Durante el viaje de ida murió, cerca de Panamá, el jefe de la empresa, y el virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, le sustituyó con su propio hijo don García, a cuyas órdenes combatió el poeta en Chile y participó en siete batallas.

En el poema La Araucana (v.) describe los episodios más significativos de la campaña y expresa también la amargura de sus pro­pias desventuras, fruto de la incomprensión del jefe de la expedición. Durante las fiestas celebradas con motivo de la coronación de Felipe II como rey de España,, y a causa de un trivial litigio surgido entre Juan de Pineda y Ercilla, don García encarceló y condenó a muerte a los dos contendientes, sentencia que fue más tarde revocada; pero, sin em­bargo, el episodio dejó profunda huella en el espíritu del poeta, quien parece haberse vengado de la actitud de su jefe dándole en La Araucana un lugar netamente secunda­rio.

Ercilla marchó luego a Lima y posterior­mente a Panamá, para tomar parte en la lucha contra el rebelde Lope de Aguirre, que se había proclamado rey de Venezuela. Vuelto a España en 1563 y nombrado gentil­hombre de la corte en 1566, actuó en varias misiones de gran importancia. En 1570 con­trajo matrimonio con doña María de Bazán, la cual aportó como dote más de ocho millones de maravedíes, y vivió, según creen algunos, una existencia feliz y exenta de preocupaciones materiales; sin embargo, en su poema se queja amargamente y más de una vez de las contrariedades de la fortuna.

G. Bellini