[Zadig ou la destinée]. Narración de Voltaire (François-Marie Arouet, 1694-1778), publicada en 1749. Zadig es un noble ciudadano de Babilonia, virtuoso y prudente, contra quien parece ensañarse la suerte, divirtiéndose en quitarle a cada paso todo lo que obtiene por sus méritos. Su novia, a quien él ha defendido valerosamente con las armas, concede a otro su mano apenas llega a ella la falsa noticia de que ha quedado tuerto a consecuencia de las heridas que ha recibido. Su matrimonio, perfectamente correcto, le proporciona gravísimos desengaños. Se divorcia y se dedica a la ciencia y no saca de ella sino perjuicios. Escribe una poesía en alabanza del rey, y un envidioso consigue con ella hacerlo condenar a muerte por lesa majestad.
Sólo el azar lo salva y le procura el favor del rey, del cual llega a ser ministro, pero entre él y la reina Astarté surge insensiblemente el amor que, a pesar de que ninguno de ellos ose confesar ni aun a sí mismo, despierta los terribles celos del rey. Zadig emprende el camino del destierro, donde le sigue su mala suerte. Por haber defendido a una mujer a quien su marido ha pegado, pierde la libertad. Llevado como esclavo a Arabia, combate, en nombre de la razón, las más crueles supersticiones, y sólo con la astucia y la fuga se sustrae al furor de los sacerdotes. Vuelve finalmente a encontrar a Astarté, que ha quedado viuda y hecha esclava a consecuencia de las más dramáticas aventuras, y consigue libertarla. Astarté recobra el trono y se pregona concurso para darle por consorte el hombre más valeroso y más prudente. Zadig vence en la prueba de las armas, pero es burlado por la bribonería de un rival Entonces su valor desmaya y sospecha que el mundo está gobernado por un destino cruel que favorece a los malvados a costa de los buenos.
Al llegar a este punto encuentra a un ermitaño, el cual le demuestra que el destino no existe, sino que todo es prueba, o castigo, o recompensa, o prevención y, convertido en ángel luminoso, le amonesta: «Mísero mortal, cesa de discutir donde conviene adorar». Y finalmente Zadig, superadas victoriosamente las últimas pruebas, alcanza la felicidad y el amor. Publicado ya en 1747, pero falto de algún capítulo y bajo el título de Memnon, Historia oriental [Memnon, Histoire orientale], es uno de los primeros ensayos de aquellos cuentos filosóficos y morales a los que había de quedar más perdurablemente vinculada la gloria del mejor Voltaire, de aquel que, cumplida su evolución intelectual y fijado virtualmente su pensamiento, se complacía con refinada pulcritud de artista en infundirlo en las figuras de sus personajes, lanzándolos, obedientes al verbo de su creador, a librar sus batallas.
De intrigas sentimentales y de viajes, usados como pretexto para la exposición de teorías filosóficas de fantásticos países orientales en que pudiese explayar la libertad de invención del autor, no faltaban ejemplos en la precedente literatura inglesa y francesa; pero es nueva la luminosidad de pensamiento que del problema central se refleja sobre el rico contenido filosófico esparcido por los diversos episodios secundarios; nuevo el apasionado interés por la conquista racional del bienestar humano; nuevas, sobre todo, la ironía chispeante, la libertad, el movimiento, la variedad del estilo, que ofrece toda la frescura y la gracia de una fascinadora conversación.
E. C. Valla
Las obras de Voltaire son como aquellos rostros desproporcionados que resplandecen de belleza. (Montesquieu)
Una fantasía y un equilibrio continuos gobiernan estos reinos de fantasía y de verdad; la imaginación avanza armada del más cotidiano sentido común. (M. Bontempelli)