[El libro de las mutaciones]. Obra fundamental de la filosofía china. Cuenta la tradición que lo principal de ella lo proporcionó el emperador Fu Hi, material que luego desarrolló Tch’ang, duque de Tcheu, y comentó su hijo Tan (muerto en 1034 a. de C.), autor del título dado al conjunto de la obra: Tcheu Yi («El libro de las mutaciones de los Tcheu»). Más tarde, fue comentado por Confucio (551-479 a. de C.), a quien se le atribuye equivocadamente el apéndice titulado «Hi-ts’en».
Algunos eruditos, basándose en vagas palabras sacadas del Lun Yü (v.), llegan incluso a pretender que la obra sólo era una exposición del pensamiento de Confucio, quien había redactado la mayor parte de ella; pero salta a la vista que en el Yi King nos encontramos más bien con el pensamiento de Lao-Tsé que con el de Confucio. Y en tal medida, que la concepción del mundo y de su desarrollo, una de las ideas más importantes del libro, recuerda mucho a la que sobre el mismo tema aparece en la obra de Lao-Tsé, Tao Tê Ching (v.). «Yi», en el sentido etimológico, representa una especie de camaleón que adopta los colores del ambiente donde se encuentra; por otra parte, «Yi» se compone de otros dos ideogramas: «Je» y «Yue», es decir, el sol y la luna, que encarnan los dos polos entre los cuales va y viene el tiempo. Según Tchen Siuan (127-199), «Yi» posee tres significaciones: simple, cambiante e inmutable; cambiante en armonía con la eterna mudanza de los fenómenos de la naturaleza, y de las variaciones se sujetan a reglas fijas, y simple por la escasa complicación de estas últimas.
Todo el libro gira alrededor del concepto de «fenómeno», según la vieja tradición china que aspira a ver ligados los asuntos humanos a los fenómenos naturales. Apoyándose en este principio, el autor trata de determinar las reglas que rigen estos fenómenos y descubre un método para conocerlos y preverlos gracias a la adivinación, que constituye el fundamento del libro. Esta adivinación se basa en sesenta y cuatro hexagramas, formado cada uno de ellos por seis líneas superpuestas, ya completas, ya cortadas. Por otra parte, los hexagramas pueden reducirse a ocho triágramas. Cada hexágrama posee un nombre y va acompañado de un breve texto («T’ouan») que lo .explica; un segundo texto («Yao) completa el primero e interpreta cada figura. El «T’ouan» y el «Yao» se remontan posiblemente al siglo VIII y constituyen la parte más antigua de la obra, revelándose de una gran oscuridad. Pero ¿qué significan los fenómenos representados por estos hexagramas y cómo se desarrollan los seres? En seguida se tropieza con el «Tai-Ki», Gran Polo, del que nacen los dos reguladores, es decir, los dos contrarios elementales, antes de la polarización del ser.
El Gran Polo es un «K’i» (literalmente «espíritu»), y los dos reguladores «Yin» y «Yang» representan lo femenino y lo masculino y explican el desarrollo de los seres a partir de quienes los han engendrado, según una progresión de cuatro, ocho, sesenta y cuatro, trescientos setenta y cuatro, etc. El principio inmutable reside en el «Yin» y el «Yang», dos fases de la misma cosa. Si se trata de distribuir los fenómenos del Universo en «Yin» y en «Yang», entonces, el cielo, el sol y la claridad son «Yang» y la tierra, la luna y la oscuridad, «Yin»; refiriéndose al tiempo, la primavera, el verano y el día son «Yang» y el otoño, el invierno y la noche, «Yin»; y, por lo que respecta al género humano, el padre, el soberano, el marido y el varón son «Yang», y los hijos, el súbdito, la esposa y la hembra, «Yin». Todos los fenómenos del Universo se pueden clasificar según este principio, patrimonio que la tradición ha legado a los chinos. Tres puntos esenciales encontraremos en el pensamiento del Yi King.
En primer lugar, se subraya la necesidad de mantener siempre la armonía entre cielo y tierra y entre tierra y hombre, a fin de que cada cual pueda ser según su destino celeste y albergar la alegría; perder el sentido de esta armonía significa optar por el infortunio. Las ciencias adivinatorias nos ayudan a conocer la existencia de esta armonía. Seguidamente, se plantea la conveniencia de clasificar los fenómenos por orden numérico, para que cada uno de ellos ocupe su lugar. Los números sirven para expresar los fenómenos del universo y buscar los misterios que se encierran en ellos: ciencia evidentemente intuitiva, ligada a una iniciación y difícil de comprender.
El tercero de estos mandamientos esenciales alude a las leyes celestes que deben regular las humanas y las relaciones existentes en la familia, de tal suerte, que hombre y mujer, viejos y jóvenes queden colocados cada cual en el lugar que, con toda justicia, les corresponda. Si el hombre y la mujer gozan de idéntica autoridad, entonces no podrá haber orden; del mismo modo, cuando los que gobiernen y los gobernados sean investidos de los mismos poderes, se llegará necesariamente a la anarquía. El Yi King no es obra de un solo autor ni de una sola época, sino fruto de la tradición. En la parte doctrinal, que parece ser un añadido posterior, puede notarse la influencia de Lao- Tsé. La metafísica del Yi King fue abundantemente estudiada y comentada por los letrados de la dinastía Song (960-1279), que hicieron de ella el fundamento de sus especulaciones filosóficas.