William Wollaston

Nació en Stafford­shire el 26 de marzo de 1659 y murió en Char­terhouse Square el 20 de octubre de 1724. Pertenecía a una antigua familia del condado natal, uno de cuyos miembros, Henry Wollaston, había acumulado en Londres una con­siderable fortuna, heredada casi en la tota­lidad por su hijo mayor, William, quien adquirió el castillo de Shenton y, primo del padre del filósofo que nos ocupa, prometió su protección al joven, admitido el 18 de junio de 1674 en el «Sidney Sussex College» de Cambridge. Allí, aun cuando apreciado por su aplicación, Wollaston se enemistó pronto con el director del centro, y hubo de abandonar la ciudad apenas graduado, el 29 de agosto de 1681.

Vuelto al hogar, conoció una época difícil, de la cual es testimonio la égloga pindàrica escrita entonces «para desahogar la melancolía». En busca de consuelo com­puso también una versión del Eclesiastés bajo la misma forma poética. Poco después, recibidas las órdenes, fue nombrado maes­tro adjunto de la escuela de Birmingham; su antecesor en el cargo retiróse junto a William de Shenton, e influyó indudable­mente en la determinación que indujo a aquél a hacer testamento, a su muerte, en favor del pariente. De esta suerte, en 1688 Wollaston llegó a ser rico, aun cuando se viera gravado por el mantenimiento de los fami­liares. En 26 de noviembre contrajo matri­monio con Caterine Charton, y, en adelante, permaneció en el ambiente de su hogar, entregado a la composición de sus obras. En 1691 publicó la paráfrasis del Eclesiastés.

En 1703 imprimió, exclusivamente para su propia familia, una gramática latina. En 1722 dio a la luz su obra principal, Esbozo de la religión natural (v.), publicada en 1724. Escribió, además, numerosos tratados, de los cuales sólo trece se conservan en la actualidad, y en estado fragmentario, por cuanto Wollaston, severo crítico de sí mismo, antes de su muerte quemó gran parte de sus tex­tos. Algunos años después, es 1732, la reina Carolina hizo colocar un busto de mármol del filósofo en el jardín real de Richmond, junto a los de Locke, Newton y Clarke.

M. L. Stringa