Novela de Richard Voss (1851-1918), publicada en 1896. Toma su título de la «villa» de Frascati donde el escritor alemán pasó, a partir de 1890, buena parte de su vida. Es la más conocida de sus numerosas novelas de ambiente italiano, escrita en forma de una colección de cartas que los protagonistas envían a terceras personas, narrando sus experiencias.
Un poeta dramático italiano, morbosamente sensible, interrumpe de pronto su actividad literaria, esperando que un descanso renueve su inspiración, y se retira a Frascati, en la bellísima Villa Falconieri. Allí conoce a una joven pareja, y pronto comprende que el marido, a pesar de ser persona culta y de cierta distinción, es egoísta, brutal y deshonesto, y la esposa, criatura superior, es infinitamente desgraciada con él. El poeta se aproxima a ellos, y una vez ganada la confianza de la bellísima dama, intenta ayudarla; y finalmente, en el momento de la terrible tragedia, cuando el marido, en un acceso de ira, le mata a su hijo, la salva del suicidio. Así él la une a sí, mientras el marido se va por su camino; pero el artista, que esperaba hallar en aquella unión el impulso para un despertar espiritual, se hunde cada vez más en aquel estado suyo de aridez. Hace ya veinte años que se siente muerto espiritualmente; y su compañera vuelve a ser infeliz, porque adivina que el hombre a quien ama la considera en secreto culpable de su inactividad.
Al llegar a este punto el escritor encuentra a una joven, riquísima y frívola, pero que, con su vivacidad y coquetería, enciende en él una ardiente pasión, que él cree ser su fuerte y verdadero amor. Le parece haber recuperado su juventud perdida, vuelve a él la inspiración y escribe finalmente un drama. Pero su felicidad dura poco; aquella mujer se cansa pronto de él y le abandona, y él, después del gran desengaño por el fracaso de su drama, entra en un estado de demencia que le conducirá al suicidio. Fuertes contrastes, situaciones ora dramáticas, ora patéticas; hay en esta novela todo el melodramático arsenal, romántico y decadente, predilecto del autor; pero el análisis de los particulares estados de alma tiene acentos de verdadera vida y consigue crear a veces un clima poético que harto a menudo falta en gran parte de su obra.
E. Rosenthal