Vida y Opiniones de Tristán Shandy, Laurence Sterne

[The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gent.]. Esta obra de Laurence Sterne (1713-1768) fue publicada por primera vez en nueve volúmenes entre los años 1760 y 1767. A despecho del título, la persona de quien menos se habla en la novela puede decirse que es el propio protagonista, Tristán Shandy.

No nace casi hasta la mitad de la obra; y cuando ésta termina, se encuentra en el umbral de la niñez. Tristán, según el juicio de Walter, su padre, ha nacido bajo malos auspicios. Sus desventuras habían em­pezado nueve meses antes, en una noche de marzo, a causa de una pregunta que su futura madre dirigió a su progenitor en un momento particularmente inoportuno; «Que­rido, por favor, ¿te has acordado de dar cuerda al reloj?». Según Walter Shandy, esto había de influir sobre el carácter y sobre la fortuna del futuro ser. Más tarde, cuando nació, la comadrona estuvo a punto de aplas­tarle la nariz. Y lo que es peor, el padre, que creía en la influencia de los nombres sobre el destino de las personas, quería dar a su hijo uno que fuese augurio de gran­deza y de gloria, bien distinto del de Tris­tán, ya que ningún hombre llamado así ha realizado hechos memorables.

Así, pues, cuando van a decirle que el recién nacido, en peligro de muerte, ha de ser bautizado, quiere que le sea impuesto el nombre de Trismegisto. La criada no comprende bien la palabra y el niño acaba por ser bautizado con el nombre de Tristán. Walter queda desolado. Muere su hijo primogénito y para el nuevo vástago escribe un sistema de edu­cación, la «Tristapedia», no sin insertar en ella un capítulo sobre los verbos auxiliares, graciosa parodia de las gramáticas y de los ejercicios gramaticales. Más adelante, cuan­do el niño ha crecido, nos enteramos de que ha sufrido una herida accidental; luego sus padres discuten si es ya tiempo o no de vestirle de hombrecito; finalmente se habla de darle un preceptor. Y el tío paterno, To­bías, propone para este cometido al hijo de un pobre teniente, Le Févre, a quien ha conocido, protegido y visto morir (el epi­sodio de esta muerte es uno de los más con­movedores del libro). Los demás personajes se mueven todos alrededor del muchacho; el padre es un hombre de sentido común, con ideas algo extravagantes; un poco en­vanecido de su cultura y de su capacidad razonadora, se precia de tener su propia filosofía y la aplica en los momentos gra­ves.

Así, cuando pierde a su primer hijo, se consuela exponiendo a Tobías sus refle­xiones estoicas y repitiendo un párrafo de la carta escrita por Servio Sulpicio a Cicerón por la muerte de Tulliola. La madre, pacien­te, amable, de inteligencia poco aguda, es una figura un poco desdibujada. Tobías es un antiguo oficial de alma cándida, sencillo y honrado y al mismo tiempo caballeresco y dulce. Atormentado por una mosca la aprisiona, pero le da la libertad sin aplas­tarla, pues el mundo es lo suficientemente extenso para que vivan ambos. Herido en la guerra, se dedica, en recuerdo de la vida militar, al estudio de las fortificaciones, lo que constituye para él una inocente manía. Pero cada uno, según Sterne, tiene la suya; a todos nos gusta montar sobre nuestro ca­ballo loco («hobby horse»). Hay en Tobías un algo de Don Quijote, y hay también un algo de Sancho en su fiel criado, Trim, un cabo, mutilado también de guerra, que le hace de asistente y colabora con él en el es­tudio de las fortalezas.

La señora Wadman, una viudita que con su astucia femenina logra ser correspondida, se enamora de To­bías; pero deseando enterarse del diagnóstico y del eventual pronóstico facultativo de la herida de éste, interroga al médico y hace que su criada interrogue a Trim. Tobías se entera de estas averiguaciones y, bastante contrariado, lo comunica a su hermano. No sabemos cómo acaba todo esto, ya que la obra quedó sin terminar. Otro personaje notable es el párroco Yorick, descendiente tal vez del bufón que aparece en Hamlet (v.)-. Sincero, enemigo de la seriedad, jovial, pero inexperto ante la vida, se crea nume­rosos enemigos y se convierte en víctima de éstos. Al pie de su tumba habrá como simple epitafio la frase shakespeariana: «¡Ah, pobre Yorick!». En la novela está intercalado un sermón del autor: el «ser­món» 27 que el reverendo Sterne publicó precisamente bajo el pseudónimo de Yorick. Y bajo el mismo aparece también el Viaje sentimental (v.), que presenta puntos de afinidad con Tristán Shandy.

En ambas obras aparece la pobre María, la muchacha loca. El autor en la narración procede a saltos, interrumpiéndola con infinidad de digresiones: sobre las dedicatorias, sobre las causas de la oscuridad de nuestras ideas, sobre el tiempo psicológico que es el tiempo verdadero, sobre los niños precoces, sobre el amor, sobre la manera de ser de los anti­guos romanos… Largas páginas están dedi­cadas a las impresiones de un viaje por Francia. «Yo no domino mi pluma — con­fiesa —; ésta me domina a mí». Es vasta su erudición y hace alarde de la misma. Cita con frecuencia a Montaigne y a Cervantes, que. figuran entre sus autores preferidos, imita a Rabelais, y, en la descripción de los caracteres, a Addison, todo ello con una vo­lubilidad genial, que tan pronto excita la risa como las lágrimas. Es un sentimental, pero, hijo del siglo de la galantería, no escapa a audaces episodios y a maliciosas reticencias que contrastan con la profundidad de cier­tas reflexiones.

Frecuentemente se encuen­tran páginas en blanco, períodos sustituidos por hileras de asteriscos, tachaduras, extra­vagancias, pues Sterne es ante todo un maestro del humorismo. El público inglés acogió con gran entusiasmo los primeros to­mos de la obra; no sucedió lo mismo con los restantes. El autor, que debió darse cuenta de que se hacía pesado con su prolijidad y con sus digresiones a todo punto excesivas, no pasó del noveno volumen.

E. di C. Seregni

Este libro tan loco, tan inteligente, tan alegre, es el Rabelais de los ingleses. (Diderot)

Hace pensar en una gran casa de ropa­vejero, en donde se encuentran confusa­mente las extravagancias de todos los tiem­pos, de cualquier clase y de cualquier país: textos excomulgados, de medicina, tratados de autores desconocidos o imaginarios, frag­mentos de erudición escolástica, colecciones de cuentos grotescos, de disertaciones,, de violentos apostrofes dirigidos al lector. Una danza vertiginosa de ideas y de imágenes que revolotean como máscaras carnavales­cas. (Taine)

Puede haber en la literatura inglesa obras que hagan reír más que Tristán Shandy, pero ninguna hay más exclusivamente hu­morística. Es un gigantesco capricho, o me­jor aún un nido de caprichos, uno dentro del otro, como cajitas chinas. (J. B. Priestley)

…una de las más admirables caracterís­ticas de su arte estriba en saber extraer una indefinible belleza de cosas que se encuen­tran al borde de lo grotesco. (E. A. Baker)

Tristán Shandy no es simplemente extra­vagante. Su extravagancia se encuentra en la superficie. Su autor tiene modos y cos­tumbres que dejan perplejos a unos lecto­res y molestan a otros. Pero modos y cos­tumbres no constituyen la parte más pro­funda de su obra. Hay, bajo un perfecto conocimiento de los hombres y de las muje­res, una sutil simpatía hacia las debilidades humanas, un arte consumado en la exposi­ción de los grandes lugares comunes de la vida, en una forma tal que los hace parecer originales. (H. Paul)

Tristán Shandy es una obra magnífica. (É. D’Ors)