Poema hagiográfico español de mil cuatrocientos cincuenta y un versos de nueve sílabas, transmitido en un manuscrito de fines del siglo XII o principios del XIII. Particularidades morfológicas hacen que se le tenga por traducción de un original provenzal que deriva seguramente de la Vie de Sainte Marie Egyptienne atribuida a Robert Grosseteste (1175-1253).
El poema repite la leyenda de Santa María la Negra, conocida en Occidente por medio de la narración de Sofronio, obispo de Jerusalén (siglo VI), cuyo texto griego fue traducido al latín por Paulo Diácono (720/24-799?). Otras redacciones se hallan en el Prato Spirituale de Giovanni Mosco, en la compilación de Surius, Probatis Sanctorum Historiis (Colonia, 1578) y en las Actas de los Santos (v.). María, a los doce años deja a sus padres y va a Alejandría, donde, perdida su inocencia, pasa de vicio en vicio, y durante diecisiete años vive en la más desenfrenada licencia. Asistiendo un día en el puerto a la partida de una gran muchedumbre que se dirige a Jerusalén para asistir a la exaltación de la Santa Cruz, María ofrece su cuerpo como precio del pasaje, y consigue ser admitida en una de aquellas naves. Cuando llega a Jerusalén se dirige con los demás al templo el día de la fiesta, pero una fuerza poderosa la detiene en el umbral, mientras el pueblo entra libremente.
Retenida muchas veces, intenta penetrar, pero siempre se ve impedida. Entonces la pecadora desciende a los abismos de su conciencia y, finalmente arrepentida, se dirige a la imagen de la Madre de Dios para que tenga piedad de ella y le permita adorar la Cruz de su divino Hijo. De pronto desciende la paz sobre su alma, y ella puede entrar finalmente en el templo. Cuando sale de él, da gracias a los pies de la Virgen, que la ha iluminado acerca de los escándalos de su vida, y recibe la advertencia de retirarse al desierto, donde vive durante 47 años en la más áspera soledad. Allí encuentra al santo monje Zósimo, el cual, cuando María muere, la sepulta con ayuda de un león, y celebra el milagro de Dios. Este poema, que es uno de los primeros documentos de influencia provenzal en la literatura española, revive en un clima de grácil poesía cuánto hay de artificioso y literario en el original.
C. Capasso