Justamente en el Renacimiento se publicó la famosa traducción francesa de la obra maestra de Plutarco, titulada Vida de los hombres ilustres [Vie des hommes illustres], debida al erudito Jacques Amyot (1513-1593) y publicada en 1559.
Su importancia no consiste únicamente en la estructura de un lenguaje que muestra la gran pericia estilística de un moderno, sino en la completa refundición de una narración clásica. El valor espiritual de los personajes presentados como ejemplo a las nuevas generaciones resalta por sí mismo, puesto de relieve por el modo con que una figura es idealizada y convertida en mítica por sus cualidades morales. En su trabajo, que quiso dedicar a Enrique II, Amyot muestra la seriedad de su preparación, y el significado de su larga laboriosidad de erudito y de filólogo, aprovechando aquello en que Plutarco revelaba en sí mismo ciertas dotes particulares de humanidad y de nobleza interior. Los héroes antiguos son considerados como advertencia para la vida del Renacimiento, como estela de vida laboriosa y de fuerte sentir.
La propia naturaleza del escritor’ griego halla en Amyot una singular correspondencia por su interés por la biografía y la narración de hechos anecdóticos y la enunciación de máximas morales, fuera de la investigación histórica propiamente dicha. Esta aptitud para pintar, más que para argumentar, explica el amor de los héroes plutarquianos por la gloria, su sentido del deber y de la abnegación, aun en lucha con el ambiente social. Igualmente en Amyot las vidas, paralelas, y por ello puestas en una especie de glorificación literaria, se basan en un substrato moral y artístico, en que hasta el poder de una narración dramática adquiere más interés que una interpretación o una sistematización históricas, y cada motivo literario se hace una misma cosa con su honradez de escritor. Con meditación de moralista, él ve en los grandes modelos antiguos un ejemplo digno de ser seguido en su época.
Por ese amor a la individualidad y a la firmeza de carácter se comprende cómo la laboriosa obra del traductor, ya de por sí valiosa por su mérito lingüístico, aun después de la prosa de Rabelais y de Calvino, interesa por el hálito moral que penetra en su ideal clásico. Por esto a Amyot, gran prosador y moralista, le han rendido dignas alabanzas cuantos estudian y juzgan la literatura en su profundo valor humano y social desde Montaigne a Sainte-Beuve.
C. Cordié
Sobre todo le agradezco haber sabido escoger un libro tan digno y tan a propósito para ofrecerlo a su país. Nosotros los ignorantes estaríamos perdidos si este libro no nos hubiese sacado del pantano; gracias a él hoy podemos hablar y escribir… es nuestro breviario… En la ingenuidad y pureza de su lengua supera a todos los demás. (Montaigne)
Fue uno de aquellos libros en los cuales una sociedad se reconoce a sí misma, y que le ayuda a desarrollar su propio gusto, a satisfacer sus propias necesidades… El estilo de Amyot, con su gracia algo exuberante y su facilidad y naturalidad, es uno de los más encantadores del siglo XVI. (Lanson)