[Verdi. Román der Oper], Novela histórica de Franz Werfel (1890-1945), publicada en 1923. Más que una biografía novelada es una apasionada evocación del gran músico italiano en aquel dramático período de su vida artística que precede a la creación de Otelo (v.).
La acción se concentra en pocos meses, en el sugestivo marco de Venecia de fin del siglo XIX, que Wagner, en el apogeo de su gloria, escogió como último escenario de sus triunfos. Werfel imagina que el mismo Verdi, atraído por una fuerza magnética, llega a Venecia y pasa en la ciudad, de incógnito, unos meses: serán los meses decisivos en los que culminará y encontrará por fin su victoriosa solución, el íntimo drama del músico. El cual, incapaz de afirmar, como en el tiempo pasado, en el acto creativo la independencia y la validez de su arte frente a la dominante personalidad de su rival, teme haber agotado ahora la prodigiosa vena de su inspiración. La contraposición dramática resulta delineada de un modo plástico, desde las primeras páginas del libro, en el encuentro, o mejor dicho, en el choque de los dos músicos en el teatro Fenice durante un concierto en honor de Wagner.
Verdi, de incógnito entre el público, que en su delirio por el nuevo ídolo no le reconoce, los opuestos sentimientos de amargura, de admiración y orgulloso desprecio con que asiste al triunfo de su rival, la extraña atracción que le conduce delante de aquel hombre «que parecía de dimensiones y potencia diez veces superiores a la de cualquier otra persona». La mirada con que los dos músicos parecen aquilatarse y desafiarse se prolongará en su dramática tensión a través de toda la novela, hasta que se resuelve en las últimas páginas cuando Verdi, al encontrar en la serena conciencia de su arte y en la seguridad de .sí mismo la independencia artística y espiritual, cruza el umbral del palacio, Vendramin para enfrentarse a su gran «amigo – enemigo» y recibe del portero el anuncio de la muerte de Wagner, ocurrida unos instantes antes.
Todos los otros episodios de la novela no son más que una prolongación y una delimitación de esta situación central: así la escena dramática en que Verdi, tras tratar en vano de acabar su nueva ópera, el Rey Lear, en un ímpetu de furor y desesperación tira el manuscrito a las llamas; así su angustioso espiar durante la ejecución de un trozo de la Aida (v.) en la plaza San Marcos una señal de atención o de asentimiento en Wagner, presente entre la multitud; así el estreno en el Fenice de la Forza del destino (v. Don Alvaro) que Werfel describe en páginas emocionadas, en sus momentos más destacados, a través de los diversos estados de ánimo de Verdi, acurrucado en un lado del escenario. El mundo musical en la sociedad italiana «fin de siglo» en el que habían acabado los últimos anhelos del «Risorgimento» y la pintoresca vida popular veneciana en el sugestivo claroscuro de sus calles y sus ríos, o en la animación de la «música en la plaza» y de los alegres cortejos de carnaval, son evocados por Werfel en eficaces cuadros descriptivos o en las figuras secundarias de la novela: el maniático ultracentenario conde Gritti y su extravagante colección de trofeos teatrales; el «Senador», el «tipo encarnado de la generación del 48» y su generosa devoción a Verdi; las trágicas figuras del semiloco músico Fischbock, autor de músicas que nadie consigue entender, y del lisiado de magnífica voz que sueña con los triunfos del teatro; la refinada cantante De Zorzi y su aparición en el palco de Verdi, que no queda insensible ante el encanto de su arte y de su perturbadora belleza.
Aunque delineadas con vivacidad de notaciones psicológicas, cada una de ellas la siente el autor como un motivo para poner de relieve la figura del único y verdadero protagonista. Solamente Bianca Carvagno, la apasionada amante de Italo, el joven wagneriano hijo del «Senador», se justifica en sí misma y en su trágica vicisitud sentimental. Esta novela, uno de los primeros intentos narrativos de Werfel aunque sin alcanzar el aire poético de los Cuarenta días del Musa Dagh (v.), ya revela su potencia evocadora, sostenida por un estilo muy personal, y su nobleza de narrador que sabe evitar toda fácil retórica. Los dos planos, el histórico y el fantástico, se entrelazan y fusionan sin fractura o disonancia para crear, más allá de la cruda precisión biográfica, «la pura, la genuina verdad mítica, la leyenda de un hombre».
C. Cometti