Una Fábula, William Faulkner

[A fable]. Novela alegó­rica del gran escritor norteamericano William Faulkner (n. en 1897), publicada en 1953, si bien empezó a planearla ya en 1944. La acción tiene lugar a lo largo de una semana de falso armisticio del año 1918, durante la Gran Guerra. «Los mandos de compañía y de sección, oficiales y subofi­ciales, ya habían saltado fuera de la trin­chera, cuando miraron hacia atrás y vieron que ni un solo hombre se había movido para seguirlos; no hubo ningún gesto, ninguna señal de hombre a hombre, sino la totali­dad de tres mil hombres, extendidos en fila de a uno a lo largo de todo un frente regimental, obrando sin comunicarse entre sí, como un solo hombre, como — aunque ha­ciendo lo contrario, por supuesto — la hilera de pájaros que abandonan súbitamente y a un mismo tiempo el alambre telefónico». Un cabo y doce hombres del ejército alia­do, tras dos años de propaganda en favor de la fraternidad humana, han depuesto las armas. Y no ellos solos, sino que tam­bién el regimiento al cual pertenecían y los dos frentes han decidido no combatir, has­ta tal punto que al mediodía del martes cesa toda actividad en el frente.

El alto mando aliado es informado por un Judas, el soldado Polchek — uno de los doce —; el regimiento es arrestado y se celebran con­versaciones con un general alemán con el fin de poder proseguir la guerra. Entonces se nos pone en antecedentes del cabo: es hijo del jefe supremo o generalísimo de los ejércitos aliados. Éste, en su juventud, tuvo amores con una mujer casada, a la que después abandonó, y de la que le nació un hijo — el cabo — al que ella dió a luz en el establo de una posada. El encuentro entre el padre y el hijo, el jueves por la noche, es de un dramatismo impresionante y de una profundidad aleccionadora. El mariscal francés lleva a su hijo a una co­lina de los alrededores de París; allí le ofrece reconocerle por hijo suyo, darle ho­nores y riquezas, si renuncia a su misión redentora. Pero el cabo está decidido a mo­rir, pues cree que con su muerte hará po­sible el amor y la caridad entre los hom­bres. «El hombre y su locura: resistirán» —  dice el cabo. «Harán más que eso — con­testa el viejo mariscal—: prevalecerán».

El cabo es ejecutado el viernes, junto con dos ladrones, y se reanuda la guerra. El domingo, un horrendo bombardeo hace des­aparecer sus restos. El paralelismo con la Pasión de Cristo es a todas luces evidente. El marco evangélico es utilizado a fin de conseguir una mayor fuerza dramática y un mayor contenido emocional, a la vez que para dar continuidad temporal a la actitud redentora. En esta semana de pasión ale­górica, todo coincide, excepto la figura del mariscal francés. En la figura de aquel hombrecillo inteligente y escéptico, que en la conversación con su hijo en la noche del jueves — momento en que el autor fun­de los episodios evangélicos de las tenta­ciones de Satán y de la oración en el Huerto de los Olivos — afirma que no cree que valga la pena que nadie muera por la humanidad, tanto puede verse el equivalente de Dios Padre — el Dios terrible del Anti­guo Testamento —, como de Satán o de Pilatos. Con todo, la obra de Faulkner, a pe­sar de contener un mensaje de esperanza y de redención, no es propiamente cristia­na. Faulknér utiliza el tema de la Reden­ción de la misma manera que en la litera­tura actual se utilizan e interpretan los mitos griegos. Si a la narración ya dra­mática y obsesionante de por sí, añadimos la fluencia y complejidad del estilo de Faulkner, que se acentúa en esta novela, comprenderemos la atmósfera de honda tragedia que late en sus páginas.

A. Comas

Es lo mejor que he hecho en mi vida y acaso lo mejor de nuestro tiempo. (Faulkner)