UN TESTIMONIO URGENTE

Portada del libro «Al filo del Holocausto», de Jaime Vándor

Jaime Vándor,
Al filo del Holocausto. Diálogos con un superviviente.
Edición a cargo de Jaume Castro. Prólogo de Carles Duarte
Ediciones Invisibles, Barcelona, 2013, 129 págs.

Por Anna Rossell

Nunca se habrá escrito demasiado sobre el holocausto nazi, nunca se habrá hablado lo suficiente de aquel horror planificado, nunca será vana la reflexión acerca de la naturaleza humana capaz de llevarlo a cabo y de volver a hacerlo. Siendo así, la conciencia de que somos aún partícipes –por poco tiempo- del privilegio de poder leer y escuchar a los últimos testimonios directos de esta negra etapa de la historia del siglo XX debe aguzar nuestros sentidos y nuestro interés, aprender lo aprehensible de las enseñanzas de su experiencia, en la medida en que puede aprenderse lo que se cierra al entendimiento por la insondable magnitud del mal cometido y de la maldad empleada. Y es también la conciencia de la importancia de testimoniar para la posteridad, evitando que los hechos caigan en el olvido, lo que ha impulsado a muchos supervivientes, en una u otra forma literaria, a dejar constancia de aquellas terribles vivencias: Jean Améry, Imre Kertész, Paul Celan, Primo Levi, Ruth Klüger, Jorge Semprún o Anne Frank son sólo algunos de los nombres.

Al filo del holocausto es uno de estos libros impagables que, en formato de entrevista conducida por Jaume Castro, responsable de la comunidad de San Egidio de Barcelona, aborda en forma de fluido diálogo un tema que por su calado y la importancia del personaje entrevistado –el superviviente adulto que narra los recuerdos del niño de corta edad que él era en los años de la Segunda Guerra Mundial- debiera ser de lectura obligada en las escuelas. Jaime Vándor (Viena 1933), filólogo, músico y poeta, durante 45 años profesor de la Universidad de Barcelona, relata las terribles experiencias de un niño judío que, junto a su madre y su hermano –su padre había emigrado a España ya en 1940 con la esperanza de que su mujer y sus hijos se reunieran con él allí- , sobrevivió al terror nazi “al filo del holocausto”. Huyendo de Viena tras la anexión de Austria por Alemania en 1938, la madre se instala con sus dos hijos en Budapest y allí vivirá las penurias de la guerra, sufrirá el peso de las leyes contra los judíos y la persecución, eludiendo la detención y la deportación al gueto y a los campos de exterminio gracias a la protección que Ángel Sanz Briz y Giorgio Perlasca brindaron a más de 5.200 judíos desde la Embajada de España en Hungría. Así asistimos a una conversación que, en un lenguaje cotidiano, nos acerca al día a día de la vida en aquellos años de contienda bélica y de posguerra, gravados en la memoria del niño, desde que dejó de ver a su padre, cuando tenía seis años, hasta que, una vez terminada la contienda bélica, se trasladó a Barcelona, en 1947, a la edad de catorce. Éste es un legado histórico valiosísimo, que no narran los libros escolares —valiosísimo precisamente por eso—, pero que constituye la esencia de la historia y complementa los datos llamados objetivos de los historiadores.

Si bien el grueso del libro lo forman los recuerdos del niño durante la guerra y la posguerra en Budapest, la entrevista arroja también luz sobre los primeros años de Vándor en la Barcelona franquista, así como introduce al lector en la polémica acerca de la terminología al uso para denominar el terror nazi –genocidio, holocausto, Shoah, Auschwitz- y sensibiliza sobre la controversia en la que se debaten los especialistas acerca de la legitimidad de los distintos registros estéticos para representar el holocausto nazi.
Como no podía ser de otro modo en una persona de la sabiduría de Vándor, él nos advierte preventivamente de los peligros que llevan a la violencia y a la guerra, cuyos síntomas son “los nacionalismos, las crisis económicas, el pensamiento único […]: si algo hemos aprendido del siglo XX es que la cultura no es ninguna salvaguardia contra la barbarie”.

Jaime Vándor resume con estas palabras el objetivo que persigue y resume toda una vida: “[…] mi empeño de contar siempre, intentando con esos relatos aportar sentido al sufrimiento (cosa absurda). Y si dando a conocer los horrores vividos no se puede impedir que vuelvan a suceder, al menos trato de exponer la maldad del mal, para recabar mi propia tranquilidad y no tener la penosa impresión de que me quedo con los brazos cruzados. […] decidí, a los 12 años, que tarde o temprano describiría todo lo que recordase con la esperanza de que, al hacerlo, adquiriese realidad y sentido.” Nos queda agradecerle su enseñanza. Y merecerla.

© Anna Rossell

El profesor y escritor Jaime Vándor