[Tri smerti]. Poema dramático de Apollon Nikolaevič Majkov (1821-1897), escrito en 1852 y publicado en 1856. Majkov, espíritu contemplativo, que por una grave debilidad visual tuvo que renunciar a su inclinación por la pintura, siguió siendo pintor, sin embargo, en la poesía; y sus imágenes son siempre claras, matizadas y evidentes.
En algunos poemas, escritos entre 1850 y 1860, el decenio que precede a la liberación de los siervos de la gleba, expresa su veneración por el antiguo mundo clásico; pero bajo la exaltación de la Roma imperial se oculta la fe paneslavista en la «tercera Roma», Moscú. De estos poemas, se distingue por su armonía artística los Tres muertos. Trata de una conversación entre Séneca el estoico, Lucio el epicúreo y el joven poeta Lucano, condenados a muerte por Nerón. Séneca es un discípulo de Platón: para él la muerte no es más que ese instante de ión en que se rompen las cadenas del cuerpo y el hombre «entra en el cielo como divinidad». Considera la vida como un bien solamente para aquel que se siente «un eslabón indispensable en la cadena que es la vida de todos y entrando en el templo con el pueblo reza con él a los mismos dioses… Dura, en cambio, es la suerte cuando la multitud, que erige nuevos ídolos, te mira con hostilidad y desprecio, y, al verte, se ríe de ti porque sigues guardando en tu corazón los restos de las antiguas virtudes».
Nuevas gentes han llegado a este mundo, con nuevas ideas y nuevos sentimientos: «También puede ser — dice — que, creyendo con fuerza en los mitos de la propia juventud, no se logre otra cosa sino helar la nueva vida de los hombres». Y se corta las venas, para alcanzar a su querido amigo y maestro Sócrates. El poeta Lucano se siente rodeado de sueños inacabados; a los mismos pide perdón por no haberlos realizado, y muere como lo haría un dios rodeado de su creación recién comenzada. La muerte de Lucio es casi alegre. No teme el tránsito, ya que conoció la vida, tomando de ella todas las alegrías que le ofreciera. En el anfiteatro, a la vista de los montes «serenos e impasibles», manda preparar su última cena; convoca a las bacantes y al coro de los faunos con liras y tímpanos, ordena abrir todas las fuentes del jardín, manda cubrir de rosas el lecho donde dulcemente se dormirá para siempre, después de engullir la bebida envenenada, que le ofrecerá su querida Lidia.
O. S. Resnevich